PERSPECTIVA, por Marcos Pineda Godoy.

Cuando hay un tema de interés para el presidente de México, pero a lo largo de su mañanera ninguno de los presentes hace una pregunta al respecto, ocupa los últimos minutos para acomodar un posicionamiento en particular, en la agenda del día.

Ayer, sorprendió a México, Estados Unidos, Canadá y al resto de los países que tienen algún tipo de lazo comercial con el nuestro, al anunciar que las relaciones con las embajadas de esas dos naciones, nuestros principales socios comerciales, estaban en pausa, pero no desde ese momento, sino que se encontraban suspendidas desde la semana pasada.

A la hora de explicarlo, Andrés Manuel López Obrador fue un tanto confuso. De entrada, eso de “poner en pausa” las relaciones con alguna embajada no existe en el lenguaje de la diplomacia. No hay ninguna figura en el internacionalismo que se refiera a la suspensión temporal de las relaciones diplomáticas, ni en ninguno de los instrumentos del derecho internacional.

Encima, afirmó que las relaciones con Estados Unidos y Canadá continúan, pero “nos vamos a dar un tiempo” en la relación con ambas embajadas hasta que “aprendan a reconocer y respetar la soberanía, la independencia de México”, y declaren que ya no van a pronunciarse sobre si México está haciendo bien o mal las cosas, específicamente sobre la reforma constitucional al Poder Judicial, cuya aprobación es inminente.

Al respecto, el presidente parece, o bien desconocer, o tener su propia interpretación, sobre la forma y los alcances que tienen las relaciones internacionales, en el plano de los tratados y, en particular, los del libre comercio, pues, la representación diplomática de un país en otro se lleva a cabo a través de las embajadas correspondientes, cuya función es, precisamente, ser las responsables de las relaciones entre ambos Estados. Por lo tanto, concediendo que la llamada “pausa” pueda tener un efecto real, más allá del mediático, para ejercer presión sobre Estados Unidos y Canadá, significa que pone en pausa las relaciones con ambos países, en el sentido de que suspende el diálogo con los embajadores respectivos, pero que significa, a su vez, por pura lógica simple, la suspensión de las relaciones formales, aunque las cuestiones cotidianas, como los trámites, el flujo de mercancías y el tránsito en las fronteras no sea interrumpido.

No es la primera vez que lo hace. A lo largo de su gestión ha puesto pausas a las relaciones con España, Bolivia, Ecuador y Perú. Pero, para nada es lo mismo que hacerlo con Estados Unidos y Canadá. El dólar, ayer casi llegó a los 20 pesos, los niveles que tuvo en el 2020. Los inversionistas internacionales se están apresurando a evaluar qué decisiones tomarán.

Estados Unidos respondió de inmediato, a través de la embajada, confirmando su preocupación por las consecuencias que puede tener la aprobación de la llamada reforma al Poder Judicial, reconociendo la soberanía de México, pero manifestando muy claramente sus objeciones, porque consideran que no solamente afectaría negativamente a los integrantes del TEMEC, sino podría desatar hasta una crisis económica internacional.

Políticamente, será muy rentable para Andrés Manuel el uso del discurso sobre la defensa de la soberanía e independencia de México. Sus fieles seguidores lo van a respaldar, incluso apologéticamente, sin duda. Pero si con eso cree que Estados Unidos, Canadá y el resto de los países con quienes México tiene intercambios comerciales o tratados van a dejar de cuidar sus intereses está equivocado. Van a ir por lo suyo y poco va a importarles qué suceda con nuestro país y nuestra gente. Además, debería saber que en materia de tratados comerciales internacionales no aplica el principio de la no intervención -que López Obrador equipara con guardar silencio-, aunque afecte intereses ajenos.

Expliquémoslo en forma burda, pero muy clara. Si tu vecino -digamos que se llama Andrés Manuel- hace un agujero en su patio, precisamente por donde pasa la tubería que surte de agua a tu vivienda y a las de los vecinos, ¿cómo se podría llamar al hecho de que, el señor, se niegue a escuchar recomendaciones o advertencias al respecto de lo que está a punto de hacer, argumentando que está en su casa y nadie tiene por qué decirle qué hacer o no hacer, ni cómo hacerlo, dentro de su propiedad? Cuándo la tubería reviente, ¿acaso no será el responsable el vecino Andrés Manuel? ¡Ah!, pero, como él ya entrega la casa el mes que viene, a la nueva inquilina -digamos que se llama Claudia-, ¿a quién le va a quedar la bronca?

Y para iniciados:

Al interior del Congreso, los acuerdos entre los integrantes de la nueva Legislatura van avanzando. Sigue habiendo un pequeño problema. Si la limpia de funcionarios en la administración y la representación popular saliente, que hasta el momento va viento en popa, continúa, tampoco debería haber al frente de la Mesa Directiva del Congreso alguien que llegue a defender o proteger los intereses de los que se van. Quien sea designado como presidente debe estar explícitamente comprometido con el gobierno que encabezará Margarita González Saravia y con el pueblo de Morelos, no con los fuereños, que esperemos ya no vuelvan más.

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