El Partido Revolucionario Institucional (PRI), desde su origen y hasta ahora, no ha dejado de ser un partido violento, sólo que de la violencia por las armas transitó a otras formas de violencia, particularmente, la violencia política, con el uso y abuso del poder, para lograr sus fines de control electoral, durante siete décadas, sin dejar de caer eventualmente, de nuevo, en la violencia física.
No obstante que los miembros del llamado grupo Sonora se hicieron con el poder, siendo los vencedores del movimiento revolucionario, iniciado una década antes por Francisco I. Madero, entre los que encontraban los militares Álvaro Obregón Salido -conocido popularmente sólo por su nombre y primer apellido- y Plutarco Elías Calles -a la postre llamado el “Jefe máximo”-, y civiles como Adolfo de la Huerta y Gilberto Valenzuela, las disputas por el poder, continuaron con el uso de la fuerza y el amago de nuevas guerras civiles.
Unos meses antes de su fundación, el 4 de marzo de 1929, como el Partido Nacional Revolucionario (PNR), fue asesinado Álvaro Obregón, presidente de la República de 1920 a 1924, quien había logrado una reforma constitucional para contender de nuevo por la presidencia y, mientras festejaba su triunfo electoral, murió el 17 de julio de 1928, a manos de José de León Toral -y bastantes balas más de quienes se encontraban en el Restaurante La Bombilla, pues los resultados de la necropsia, publicados casi 20 años después por el periódico Excelsior, refieren haberse encontrado en el cuerpo 19 balas de cinco diferentes calibres.
El caso es que el homicidio de Obregón precipitó la convocatoria del presidente saliente para la creación de un partido político que aglutinara y controlara a los muchos partidos políticos y a las fuerzas revolucionarias, para alejar al país de la senda de las armas y encaminarlo hacia las instituciones y las leyes. Calles, que había sido postulado por dos partidos de la época, el Comunista Mexicano y el Laborista, comunistas a los que traicionó, debido a las presiones de los Estados Unidos, publicó un manifiesto en el que declaró que una vez concluido su periodo de gobierno se retiraría a la vida privada.
Pero no lo hizo, al contrario, logró mantener el poder real, tras bambalinas, durante el periodo que se conoció como “el Maximato callista” (1928-1934), hasta que Lázaro Cárdenas del Río, el 10 de abril de 1936, lo expulsa del país, junto con Luis N. Morones, Luis L. León y Melchor Ortega. Sin embargo, en medio de todo esto hubo asesinatos de legisladores, destitución de militares, desaparición de poderes en Guanajuato, Durango, Sinaloa y Sonora, un tren fue dinamitado y podríamos seguir con muchos hechos violentos más.
Un dato curioso, usted valórelo, cuando Lázaro Cárdenas acudió en persona para sacar de su casa al expresidente, en pijama, Calles estaba enfermo de gripa y leía en su cama un ejemplar de Mi Lucha, de Adolfo Hitler. Una vez exiliado, Cárdenas exigió la renuncia de todos los callistas de su gabinete que, al inicio de su gobierno, le habían sido impuestos por Calles.
Y podríamos seguir con las historias de violencia asociadas al PRI. Podrían escribirse varios libros al respecto, desde aquellos hechos en los que se tiene certeza de lo ocurrido hasta otros en los que la sombra de la sospecha nubla la verdad, como la repentina muerte de Maximino Ávila Camacho, poco antes de ser nombrado candidato presidencial, el accidente aéreo en el que perdió la vida Carlos Madrazo, los asesinatos de los colaboradores de Cuauhtémoc Cárdenas, pocos días antes de la elección de 1988, el de Colosio de 1994 y… para qué le seguimos.
Y todo comenzó, con la defensa del principio del “Sufragio efectivo, no reelección”, que hoy todavía figura como lema del gobierno mexicano, al que el PRI, el pasado domingo, en su asamblea nacional, le dio la espalda, a través de la reforma a su Estatuto, por la que tanto Alejandro Moreno, su secretaria general, así como los presidentes y secretarios generales de los comités estatales, además de los cuatro o cinco años que ya llevan en sus puestos, podrían reelegirse hasta por ocho años más.
Y para iniciados:
¿Será que el PRI logre cumplir sus cien años de existencia en el 2029? Hay quienes apuestan a que, en las próximas elecciones, las del 2027, podría perder su registro nacional y en buena parte de los estados de la República, incluido Morelos. Los propios priistas están concientes del deterioro progresivo de su instituto político y de la pérdida de lo que antes llamaban “voto duro”, desde el arribo de Alito, al Comité Nacional, y de Jonathan Márquez Godínez, al comité estatal. El aferrarse a vivir de lujo a costa de las prerrogativas, dando los pésimos resultados que entregaron en esta elección, llevará al PRI, sin duda, a su entierro.
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