No fueron uno, ni dos, ni cinco, ni diez, sino muchos más los que se toparon con pared cuando intentaron desacreditar ante Margarita González Saravia a Javier García Chávez, quien fungió como coordinador general de la campaña que la llevó a ser electa como la primera mujer gobernadora, en la historia de Morelos.
La respuesta de Margarita era clara y directa: “Mi coordinador es Javier”. Todavía hoy, aunque ya resignados, sus detractores no han entendido que se trata de la persona más cercana y de la mayor confianza de Margarita para los temas de carácter político. Es más, acaba de arrancar en redes sociales una guerrita sucia más de desprestigio en su contra, que bien valdría la pena fuera investigada para dar con los responsables, tanto de idearla como de operarla.
Las críticas contra García Chávez, a quien apodan “el gato”, debido al color de sus ojos, se centran en la relación que sostuvo con Graco Ramírez, durante el sexenio pasado. Quienes se han lanzado en su contra muy probablemente desconocen que, a la lealtad, la eficiencia y los resultados que demostró para con la candidata deben sumarse su historia, experiencia y capacidades.
Javier García no solamente fue diputado federal en LVXIII Legislatura del Congreso de la Unión, del 2015 a al 2018 y diputado local, del 2018 al 2021, periodo en el que lideró la bancada de Morena, tras haber renunciado a su militancia perredista. Es un político que se ha forjado en las luchas históricas de la izquierda.
Desde inicios de los ochenta, mientras todavía muchos de los que hoy se dicen progresistas, pero militaban en el PRI, y ahora se fueron a refugiar a Morena, el entonces joven líder, participó en el Comité de Solidaridad con el Pueblo de Nicaragua, que recién había iniciado la defensa del triunfo de las fuerzas revolucionarias sobre el dictador Anastasio Somoza Debayle, en 1979, a través de la llamada Revolución Sandinista. En 1985, ya contribuía con apoyos metodológicos para el Ministerio de Educación de ese mismo país, donde también tuvo una breve experiencia docente en la Universidad de Estelí, y fue miembro del Comité Organizador del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, que se desarrollaría en la Unión Soviética.
Fue dirigente estudiantil en el Instituto Politécnico Nacional, mientras cursaba sus estudios de Economía y, luego, en 1987, en el Movimiento de Damnificados por los Sismos en la Ciudad de México.
Proveniente de la cultura del esfuerzo, Javier García comenzó como técnico en Teléfonos de México, llegando después a ocupar cargos de representación sindical, en 1988. Al año siguiente, se incorporó a la administración pública, ocupando cargos que fueron desde mandos medios hasta direcciones y coordinaciones generales, destacando su labor al frente de la Coordinación General de Análisis Político y Proyectos Estratégicos en el gobierno del Estado de Morelos, en el 2014.
Por lo que toca a su experiencia electoral, fue subsecretario y secretario de Asuntos Electorales del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, entre 2003 y 2004. Desde aquella época “el gato” sabe muy bien que las elecciones no se ganan con marrullerías ni con, digamos, “choros mareadores”, de esos que se avientan los que se creen expertos y presumen lo que no son. No. Las elecciones se ganan con votos. Y García Chávez ya tuvo el encargo de ser coordinador general de Promoción del Voto Territorial en cuatro elecciones de gobernador -en los estados de México y Guerrero, en el 2004, Michoacán, en el 2007 y Morelos, en el 2012, llegando a ser coordinador general de la campaña de Margarita González Saravia, en las elecciones de este año. Y todavía se podría decir más de su historia política y electoral, pero creo que esto basta para los fines de este pequeño artículo, terminando con…
Y para iniciados:
Los que todavía intentan descarrilar a Javier García Chávez, así de plano, debemos decirles que se equivocan. No lo van a lograr. Una vez pasadas las elecciones, sin posibilidades reales de que las impugnaciones contra la elección procedan y con el proceso de entrega/recepción en marcha, no resulta nada difícil deducir que los ataques contra el hombre de confianza de Margarita vienen de adentro, de lo que se suele llamar “fuego amigo”. Lo único que podrían lograr esos politiqueros y politiquillos, incluidos también los comunicadores que se presten a servir como francotiradores mediáticos, es que Margarita termine enterándose de quiénes son y queden completamente fuera de la jugada, señalados, marginados y rezagados.
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