El arrollador triunfo electoral de Morena en las elecciones del 2024 da para mucho qué pensar, con seriedad y responsabilidad, más allá de las filias y fobias ideológicas. El país, sus estados, los municipios y su enorme diversidad de comunidades viven sus propios presentes y tendrán unos futuros que dependerán, en mucho, de lo que decidan hacer los ganadores electorales con sus amplias mayorías de representación popular.
México, vio reflejados sus contrastes el dos de junio en las urnas. Mientras en las zonas urbanas la oposición no solamente dio más batalla al partido oficial, sino logró ganar importantes capitales y zonas metropolitanas, en los territorios rurales, mayormente, el voto se inclinó hasta en más del setenta por ciento a favor de las y los candidatos guindas.
El fenómeno de las postulaciones ganadoras, encabezadas ya bien por personas desconocidas o hasta por personajes repudiados, en las elecciones al Congreso federal, volvió a presentarse y con mayor fuerza que en las dos elecciones anteriores.
Son muchos los factores que decidieron las elecciones. Pero hay algunos que destacan. La marca partidaria, en un ejercicio planteado como refrendo al régimen de López Obrador, basado en la exitosa fórmula del reparto de beneficios sociales -ya no en despensas, sino en efectivo y depositados directamente a las cuentas del Banco del Bienestar-, junto con el llamativo discurso de la defensa de la transformación, la lucha contra la corrupción y los privilegios, generaron un sólido clientelismo electoral. El partido hegemónico ha sido reeditado y perfeccionado.
Sin embargo, en los ámbitos locales la historia es diferente. Ahí tuvieron oportunidad -y la aprovecharon- los candidatos que fuera de Morena y sus aliados lograron ganar. Los electores reeligieron a algunos y a otros los castigaron, particularmente en las elecciones municipales. Y aunque en las diputaciones locales Morena los superó, los opositores pudieron obtener algunos escaños de mayoría, claro que con voto atomizado.
Si vemos el caso de Morelos, de inmediato salta a la vista el carro completo en las diputaciones federales contra los resultados, diferenciados, en las elecciones municipales y para la integración del Congreso. Aún así, de momento, Morena y sus aliados, lograron contar con la mayoría calificada en la Cámara de Diputados local y la mayoría de las presidencias municipales. Habrá que esperar para conocer los criterios y los contenidos de las sentencias respecto a si Morena conserva su segunda plurinominal o si la otorgan a Movimiento Ciudadano, dependiendo de la interpretación que se haga del peliagudo asunto de la sobre y la subrepresentación.
De cualquier forma, no se antoja tan difícil que alguna o algún nuevo diputado pudiera pasarse a las filas morenistas para completar los votos necesarios que exige el principio de la mayoría calificada.
El nuevo gobierno, que encabezará Margarita González Saravia, podrá contar con el respaldo de la mayoría de los congresistas locales, así como del apoyo de todos los legisladores federales de mayoría, diputados y senadores. Una nueva era, como ella lo ha expresado, de reconciliación, de unidad y de inclusión, puede volverse una realidad en el corto plazo.
Y para iniciados:
A diferencia de la transición de un gobierno a otro en la Presidencia de la República, donde López Obrador sigue teniendo todo el poder y lo ejercerá así hasta el último día de su mandato, en Morelos el rey ya murió, aunque siga visitando el Palacio. Ya todo es y será con Margarita. A diferencia del que se va, ella escucha, reflexiona y atiende. Muy pronto comenzó a tomar las riendas, y si sigue así, llegará muy fortalecida a su histórica toma de posesión. Es probable que pronto comencemos a tener una percepción, mejor y diferente, de la relación entre el gobierno y pueblo al que debe servir, que seguramente se verá reflejada en las encuestas de evaluación de los gobernantes estatales.
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