Las razones por las que el próximo domingo las mexicanas y los mexicanos debemos acudir a las urnas a votar van mucho más allá de que se trate, al mismo tiempo, de un derecho y una obligación constitucional.
En esta jornada electoral, la del domingo 2 de junio de 2024, no solamente estarán en juego miles de cargos de elección popular, desde las regidurías de municipios muy pequeños y hasta la Presidencia de la República, sino también el futuro, tanto inmediato como de largo plazo, de comunidades, ayuntamientos, nueve entidades federativas y la propia Nación, como tal.
Las elecciones mexicanas más grandes, más observadas, aunque no lo quiera reconocer el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, también han sido las más violentas en nuestra historia posrevolucionaria. Han contado con una intervención ilegal, repetitiva y constante, por parte del ejecutivo federal, como nunca. Posible ante la carencia de mecanismos efectivos para impedirlo y sancionarlo.
López Obrador echó un brinco hacia atrás, hasta los sesenta y setenta del siglo pasado, cuando el primer mandatario podía permitirse todo o casi todo lo que le viniera en gana, ejerciendo no sólo el uso, sino el abuso del poder presidencial. Encima, la intromisión de grupos del crimen organizado pasó a ser control de territorios, organizaciones y hasta de instituciones, decidiendo quién sí y quién no llegará a los puestos de elección popular, usando las deleznables tácticas del amedrentamiento, la corrupción con dinero de proveniencia ilícita y arteros atentados, tanto como asesinatos.
Esas realidades, por más que Andrés Manuel las quiera minimizar, resultan tan inocultables como las carencias, desatinos, mentiras de su administración y el clima de miedo e indignación que han despertado en millones de mexicanos. Si a eso sumamos lo ocurrido al interior de los estados de la Federación y sus municipios, en lo particular, con gobiernos que no solamente no cumplieron con sus promesas a los electores, sino se extralimitaron, traicionando la confianza popular, desfalcando las arcas públicas y enriqueciendo a sus familiares y amigos cercanos, así como permitiendo la operación de grupos criminales en total impunidad, el escenario, para muchos, es totalmente sui generis, al grado de pensarse en que hay lugares donde de plano no existen condiciones para llevar a cabo la jornada de votaciones, como en Coyuca de Benítez, Guerrero, y varios pueblos de Oaxaca y Chiapas, como ejemplos.
Sin embargo, la indignación que pueda sentirse no debería inhibir el voto. Todo lo contrario. Hay que animar a que la gente haga uso de su derecho a votar. Exigir a las autoridades que cumplan con su obligación de brindar vigilancia y tranquilidad, al menos el día de la elección, y acudir a nuestras respectivas casillas el próximo domingo.
Vote por quien usted quiera, pero vote. Pregúntese, para cada boleta electoral, si usted está de acuerdo o no -con lo que usted sabe, lo que usted le consta y lo que usted percibe-, sobre si la persona registrada en cada candidatura merece que, usted en lo personal, le dé la confianza de depositar un voto a su favor. Evalúe el desempeño de los que buscan la reelección y de los que van por primera vez por esos cargos. Premie, castigue o dé la oportunidad a otra persona, pero vote, vaya a las urnas con su familia y su gente cercana, o vaya solo, si es su caso, pero vaya. No deje pasar esta histórica posibilidad de decidir qué es lo que quiere. Participe, porque este domingo el principal llamado debe ser a que todos vayamos a votar.
Y para iniciados:
Cuauhtémoc Blanco Bravo, gobernador con licencia, amenaza con regresar el próximo lunes, envuelto en una trama de críticas y señalamientos. Hay quienes apuestan a que sea sólo para pedir otra licencia y quienes creen que habrá de quedarse a concluir su mandato. Pero eso ya da igual. Lo cierto es que, se quede o se vaya de nuevo, habrá dejado una huella imborrable en la historia de Morelos, como el gobernador con el peor desempeño en todos los rubros de su administración, superando a cualquiera de sus antecesores. Una duda circunda por ahí: ¿veremos, acaso, una foto suya votando en la casilla que le corresponde? No es por morbo que se hace esa pregunta, sino porque hasta eso podría tener un efecto adverso para las candidaturas de Morena, y no hace ni falta explicar por qué.
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