PERSPECTIVA, por Marcos Pineda Godoy.

Desde las elecciones de 2006 en México, y más o menos en esos años en otras partes del mundo, renombradas y multicitadas casas encuestadoras han sido objeto de fuertes críticas por haber presentado resultados de estudios preelectorales que no solamente quedaron lejos de los de las urnas, sino fueron totalmente contrarios.

Incluso, las denominadas “exit polls” o “encuestas de salida”, en que se pregunta a las afueras de las casillas electorales, cuál fue el sentido del voto de una muestra de quienes acudieron a votar, han fallado, en no pocas ocasiones.

Sin embargo, existe una enorme diferencia entre fallar, por un lado, es decir, haber tenido errores en el diseño metodológico o en el levantamiento de las entrevistas y, por otro lado, algo muy diferente, prestarse a presentar números que, coloquialmente decimos, “fueron cuchareados”. En el primer caso, la autocrítica y la ética deberían prevalecer. Aceptar que se cometieron errores, corregir y seguir adelante. Pero, en el segundo caso, nada asegura que esas prácticas, deontológicamente inaceptables, no se sigan presentando.

Para evaluar esas situaciones nos sirve la memoria.

¿Acaso no recuerda usted la presentación, en el 2006, en rueda de prensa, con bombo y platillo, de una afamada encuestadora, con resultados que daban superioridad de preferencias electorales a la entonces candidata del PRI al gobierno de Morelos y que, llegada la elección, terminó ganando el candidato del PAN, y ella en tercer lugar?

¿Ya se olvidaron de los diez puntos de ventaja de los que hablaban las encuestadoras, en la elección de Javier Duarte en Veracruz, que terminó siendo solamente de uno punto cinco por ciento?

¿O qué tal las encuestas que se presentaron en el 2012 que daban una ventaja, también de 10%, para Amado Orihuela, candidato del PRI, y que sí terminó siendo del 10%, pero en favor del candidato del PRD, Graco Ramírez?

Ya ni hablemos de las asociaciones, los propios partidos y encuestadoras que surgen para una elección y terminan desapareciendo una vez concluido el proceso electoral, y hasta quienes se sienten gurús de la política y juegan a las adivinanzas, como las que publicaron apenas en el 2021 una tendencia de amplia ventaja para Jorge Argüelles, que terminó perdiendo, en forma contundente, frente a José Luis Urióstegui.

Y, mire usted, en el proceso de selección de candidatos de Morena para las elecciones en curso, ¿cuántos no se fueron con la finta de que Víctor Mercado era el mejor posicionado, cuando entre los hombres en realidad lo era Juan Salgado Brito?

Con estos y muchos ejemplos más podemos afirmar que ni el renombre ni el medio de publicación son garantía alguna de que sus resultados estén apegados a la realidad. Los políticos y los partidos no han terminado de entender que la publicación de encuestas a modo no influye en el ánimo de los electores, sino solamente en el ánimo de ellos, sus partidos y sus equipos de campaña.

Hoy termina la guerra de las encuestas, pues concluye el periodo en el que legalmente pueden ser difundidos sus resultados. El próximo domingo por la noche veremos cuál fue la decisión del electorado, si funcionaron las movilizaciones y si permearon las campañas entre los indecisos y los que no tenían pensado salir a votar, mismos que finalmente tendrán la última palabra, con su voto.

Y para iniciados:

Todos los presidentes de México han intervenido en las elecciones, pero ninguno como Andrés Manuel. Los superó con creces. Todos los días estuvo haciendo campaña, desviando la atención, minimizando el histórico clima de violencia en que ha transcurrido no sólo el proceso electoral, sino todo el sexenio. Ayer asesinaron a otro candidato. Descanse en paz Ricardo Arizmendi. Lo único que falta es que López Obrador, hoy minimice el hecho y que el mismísimo día de las elecciones haga algún pronunciamiento, como los que estila, o sea, ilegal, aunque ya no nos extrañaría en absoluto.

La información es PODER!!!

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