En el adoctrinamiento político-ideológico que ha desarrollado Andrés Manuel López Obrador en general, pero muy en particular sobre los militantes de su partido, destaca la diferenciación y el subrayado acerca de que “lo más importante no es el cargo, sino el encargo”, para todos aquellos que ocupan un puesto de designación y para los de elección, en cualquiera de sus formas. La idea del presidente de formar una mística de servicio a la sociedad, pero siempre poniendo por delante a los pobres, ha devenido en una de las más grandes y complejas demagogias al interior del sistema político mexicano. No porque el ADN de quienes participan en política lleve ya un gen de la mentira y la manipulación, sino debido a que deliberadamente optan por no obedecer la instrucción presidencial, cuando sus intereses personales y de grupos, son puestos por encima de los de la sociedad en general.
El llamado de López Obrador a los funcionarios públicos que ha reconvenido en sus mañaneras para dedicarse a la misión que les fue encomendada (el encargo) y no a sentirse privilegiados por el puesto que ocupan (el cargo), pasó al ámbito electoral en el momento en que las inconformidades por la designación de candidaturas amenazaron con la desunión, el rompimiento y las desbandadas en Morena.
Andrés Manuel fue muy enfático al conminar a quienes no habían obtenido las candidaturas que ansiaban a disciplinarse, recodándoles, una vez más, que lo más importante no era el cargo, sino el encargo. Hubo casos exitosos en la cicatrización de las heridas que dejó el proceso de selección de postulaciones, como el de Marcelo Ebrard, quien no solamente no abandonó el partido, sino se incorporó, junto con sus seguidores, a la campaña de Claudia Sheinbaum. Pero otros no resultaron
así, como el de Lucy Meza, en Morelos, que dio el salto a la oposición, luego de la evidente maniobra para intentar cerrarle el paso en la carrera hacia la gubernatura.
Sin embargo, hay un elemento que da un toque especial a las disputas por la distribución de las candidaturas: el fuero. Es decir, la protección constitucional para no ser sujeto de procesos judiciales, durante el tiempo que dure ya bien la diputación o la senaduría que haya sido asignada. El añadido del fuero dejó ver que tanto el cargo como el encargo pasaron a segundo plano para muchos de los actores que aparecerán en las boletas electorales.
Se volvió, pues, más importante la obtención del fuero que el desempeño del cargo o el cumplimiento del encargo. Lo que buscan, porque lo necesitan, es fuero. Por supuesto que hay muchos más en situaciones similares. Pero a los morelenses interesa la cuestión de su gobernador saliente, Cuauhtémoc Blanco Bravo, quien ya quedó finalmente bien amarrado como próximo diputado federal, por la vía de la representación proporcional, como plurinominal. Sin necesidad de hacer campaña, rendirá protesta en San Lázaro y gozará de la protección del fuero contra cualquier proceso que se quisiera intentar en su contra, para que rinda cuentas sobre su administración.
Usted pregúntese si la candidatura de Cuauhtémoc está relacionada con hacerle un importante encargo legislativo, por las contribuciones que podría hacer en la bancada morenista para construir el segundo piso de la 4T, o si en lo personal está interesado en desempeñarse como legislador federal (o sea, en el cargo), quizá para seguir teniendo un ingreso decoroso, o si más bien lo que quiere y requiere es el fuero.
Usted tiene la respuesta y creo que coincidimos.
Y para iniciados:
Los números de la contienda electoral están comenzando a cambiar. Quedan ya pocos días para que unos crezcan lo más que puedan en intención de voto a su favor y otros que tendrán que cuidarse mucho, de los buenos y de los malos, para no seguir perdiendo puntos. Candidatas y candidatos podrán afirmar -y es lo que deben hacer en campaña, claro- que van arriba y casi casi ya tienen el triunfo en la bolsa. Pero la realidad no es así, la gubernatura y la alcaldía de Cuernavaca, las joyas de la corona, son de pronóstico reservado.
La información es PODER!!!