PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Ayer, el estado de Morelos fue tema en “la mañanera” del presidente Andrés Manuel López Obrador. Con mucho tacto, para no molestar al primer mandatario, una reportera preguntó por los reclamos sobre la inseguridad en la entidad y el repudio manifestado en contra del gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo.

Como usted recordará, hace cuatro semanas, López Obrador visitó Cuernavaca para encabezar la reinauguración del Palacio de Cortés, al que cambiaron el nombre, por no ser Cortés un personaje histórico del agrado presidencial, convirtiéndolo en el Museo Regional de los Pueblos de Morelos, aunque ni duda queda que, aquí, seguiremos llamándole Palacio de Cortés. La tradición y la costumbre de nuestro pueblo prevalecerá.

Blanco Bravo fue objeto de rechiflas, gritos de reclamo y mentadas de madre por parte de los mismos asistentes que vitoreaban a Andrés Manuel, quien salió, una vez más, en defensa del ex ídolo del fútbol, afirmando que no le importaba lo que pensaran, para él, Cuauhtémoc es un gran gobernador. 

No obstante que, con base en los números del propio gobierno federal, queda claro el incremento de la violencia en la entidad, y que en las últimas semanas los actos delincuenciales notoriamente se han incrementado, López Obrador se salió por la tangente y dijo que los medios de comunicación magnifican la violencia con propósitos políticos y politiqueros.

Ahí se lo dejo y pregunto: ¿Está usted de acuerdo con lo que dijo Andrés Manuel?, pues hoy toca hablar de otro partido político, el Partido del Trabajo (PT). Considerado uno más de los partidos satélites aliados del presidente, pasa por su mejor momento a lo largo de sus más de 30 años de existencia.

Fundado en diciembre de 1990, bajo el sempiterno liderazgo de Alberto Anaya Gutiérrez, conformó una alianza de organizaciones de izquierda que obtuvo su registro provisional para participar en las elecciones de 1991, mismo año en el que lo perdió, para recuperarlo en 1994, cuando postuló a Cecilia Soto González a la presidencia de la República.

De entonces para acá, ha mantenido su registro y ganado ciertos puestos de elección popular, sin ninguna expectativa de convertirse en un partido mayoritario. En 1991 alcanzó únicamente el 1.5% en las votaciones federales. De los once procesos electorales en los que ha participado, sus tres mejores han sido: 1994, cuando las reglas para acceder a las plurinominales eran menos exigentes y con el 2.7% de la votación nacional obtuvo 10 diputados de representación proporcional. En el 2012 obtuvo también otros 10 plurinominales, pero ya con el 4.55% de la votación y ya siendo aliado de Andrés Manuel. Y en 2018, cuando aportó 6% de votos para el triunfo del hoy presidente.

En las demás elecciones su registro ha estado en riesgo, incluso al grado de haber podido salvarlo en el 2015, gracias a una negociación con el PRD y Movimiento Ciudadano, y a la anulación de una casilla de Aguascalientes.

Para las elecciones en curso, se han puesto el objetivo de alcanzar el 10% de la votación efectiva. Dados los resultados anteriores, en efecto, para un partido siempre pequeño como el PT, es todo un reto, que se antoja muy difícil de alcanzar, sobre todo porque sus aliados están interesados en lo suyo y no en lo que pase con el Partido del Trabajo.

Y para iniciados:

Ayer se llevó a cabo el registro de Jessica (SIC) María Guadalupe Ortega de la Cruz, como tercera candidata al gobierno del estado de Morelos, ante las autoridades electorales. La postulación de Jessica Ortega es meramente testimonial. Estadísticamente, no tiene la más mínima probabilidad de remontar en las preferencias electorales. Candidaturas como la de ella, junto con la de Jorge Álvarez Máynez a la presidencia, son las que hacen pensar a mucha gente que Movimiento Ciudadano y sus candidatos no son más que un desperdicio de recursos públicos, de nuestros impuestos, así como un modus vivendi, para los dirigentes naranjas.

La información es PODER!!!

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