PERSPECTVA, por Marcos Pineda Godoy

Una preocupación real, sentida en el ambiente del proceso electoral 2023-2024, es la posibilidad de un recrudecimiento de la violencia. Aunque hay quienes aseguran que ya se está manifestando y no se va a detener.

Pareciera correlacionarse la expansión territorial de las actividades delictivas organizadas con la proliferación e intensificación de actos violentos, al paso del tiempo, siendo cada vez más notorios, inocultables, aun para un régimen que quisiera tenerlo todo bajo control.

No es un fenómeno nuevo, pues de ello hay indicios desde los ochenta y hasta la fecha. Sin embargo, tanto lo que se ha ventilado públicamente como lo que se comenta en privado, incluso en secreto, nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de tomar previsiones.

Pero ¿qué sucede cuando ya no se trata de la existencia de violencia en la política, sino cuando la política es la violencia? Comencemos por ofrecer un acercamiento básico a los conceptos de política y violencia.

La política. Las diferentes concepciones sobre el término contienen el común denominador de las relaciones de poder entre los individuos y los grupos sociales. En otras palabras, quizá cercanas a la definición de Max Weber, en cualquiera de sus formas la política es la búsqueda del poder.

La violencia. Aunque en esencia puede considerarse como, cito la definición de la Organización Mundial de la Salud, “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. En medio de su amplia gama de aplicaciones su denominador común es la intención de hacer daño, quizá en diferente grado o intensidad, pero hacer daño.

Aterrizando la unión de ambos conceptos en los procesos electorales, podemos decir que no es lo mismo detectar actos de violencia en la política, que padecer socialmente una política de la violencia, es decir, acciones deliberadas, sean físicas, verbales y hasta procedimentales en el ámbito jurídico o administrativo, que tienen por objeto dañar a quienes van destinadas -y no se trata solamente de un juego de palabras, sino de una diferencia sustantiva.

Desde arriba y hasta abajo de lo que podríamos pensar como una especie de pirámide de la estructura del poder político en México, donde en la cúspide se encuentra el presidente de la República y hasta llegar a su base, donde se encontrarían las presidencias municipales y sus órganos auxiliares, nos topamos con la violencia como eje rector de la competencia electoral. No con propuestas, diálogos y acuerdos. No. Con discordia y enfrentamientos. Abiertos u ocultos, pero al final con violencia política.

Como todo tiene un origen y la violencia no solamente es de tipo físico, tanto así que ya están tipificadas varias de sus formas -como la violencia política de género, la psicológica, la patrimonial y demás-, bien podemos encuadrar las expresiones del presidente, en todas y cada una de las 1,395 mañaneras que ha encabezado, como violencia política, pues más que informar, resulta evidente su intención de hacer daño a sus adversarios. No son veinte ni treinta ni mil veces que se ha lanzado verbalmente contra personas en lo particular o instituciones en lo general. Sino decenas o quizá centenas de miles de veces que, con toda la intención, ejerce violencia verbal, que es muy diferente de la crítica o el análisis, que él justifica con el ejercicio de su libertad de expresión y la defensa de su derecho de réplica.

¿Acaso su proceder no califica como una política de la violencia o por lo menos como una política verbalmente violenta? En otro momento trataremos el tema de cómo se ha llevado la violencia a las redes sociales, donde final y lamentablemente, se vuelve incontrolable.

Y para iniciados:

Ya las dos principales candidatas a la gubernatura del estado de Morelos están abordando el urgente tema de la inseguridad. Y no podría ser de otra manera, porque la problemática es ineludible para quien aspire a ocupar un cargo de elección popular, sea cual sea. Con foros, consultas, mesas de análisis o cualquier otro medio, el resultado deberá ser una propuesta de campaña. Sin duda, quien presente la más sólida y mejor estructurada podrá anotarse un punto a su favor, que podría marcar la diferencia. 

La información es PODER!!!

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