Por tercera ocasión, en este sexenio, salieron a las plazas públicas cientos de miles de mexicanos para manifestarse en defensa de las instituciones democráticas y republicanas. Junto con ellos, millones más concuerdan en que la democracia en nuestro país, todavía no consolidada del todo, podría sufrir un fuerte retroceso, hasta de cincuenta o sesenta años, dependiendo del resultado de las próximas elecciones, en particular, de las legislativas en el ámbito federal.
El planteamiento es claro: mientras existan leyes e instituciones que cumplan y hagan cumplir con la división de poderes, garanticen la inclusión de las minorías de todo tipo y en todos los rubros de la vida pública, haya organismos de control y fiscalización, autónomos e independientes del Poder Ejecutivo, que eviten la concentración y los excesos en el ejercicio del poder, México podrá seguir construyendo un sistema político democrático.
Pero, de lo contrario, si esas instituciones se extinguen o se reforman a modo de centralizar las decisiones y favorecer a un grupo, un partido, un movimiento o un líder apoyado por una mayoría electoral que, si bien no deja de ser mayoría, no representa tampoco a todos, a todo el pueblo, porque todos somos pueblo y no nada más esa mayoría, estaríamos de regreso a un régimen hegemónico que costó muchos años derribar, a la par de perderse todo ese gran esfuerzo colectivo y hasta el sacrificio de incontables vidas humanas, que hicieron posible la transición a la democracia.
Quizá deba llamarse de otra manera este nuevo tipo de autoritarismo. Como hemos tomado de otros autores, tal vez debamos llamarlo autoritarismo competitivo -y yo le agregaría de izquierda. Quizá aquel de los sesenta y setenta haya sido un autoritarismo que privilegió a las élites en el poder y este otro sea uno con el matiz de la bandera en favor de los pobres, a quienes no desea sacar de la pobreza, sino solo paliar sus carencias para mantenerlos como cautiva clientela electoral.
Pero, ambos, no dejan de ser en esencia, autoritarismo.
No dejan de afectar a grandes sectores sociales, con todo y sus programas asistenciales. No dejan de excluir y depauperar. No dejan de generar huecos presupuestales ni dejan de comprometer el futuro de las generaciones que hoy están en formación escolar.
Si los electores, el 2 de junio hicieran una profunda y seria reflexión sobre lo que significan esos dos claros y diferentes proyectos de Nación, más allá de la repetición de los slogans de campaña, la mercadotecnia y las campañas negras, caerían en la cuenta de que la clave para no entregar todo el poder, con las consecuencias que ya nos ha demostrado la historia que ello conlleva, está en las elecciones legislativas.
Son dos proyectos de Nación. Uno excluyente, polarizador y autoritario. Otro que obliga al diálogo, el acuerdo y los consensos. Si el primero logra la mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso de la Unión tendrá todo para llevar adelante las reformas que permitan su permanencia y hegemonía quizá por varias décadas, como lo hizo el PRI en su momento. Si no lo logran, la vía pacífica, en un Estado de Derecho, en una auténtica democracia, seguiría siendo un ideal posible de alcanzar para los mexicanos.
Y para iniciados:
Ya registraron sus candidaturas las dos mujeres y los tres hombres que buscarán las diputaciones federales por el estado de Morelos. Dos claros ganadores, para quienes es cuestión de tiempo y que sigan haciendo lo que saben hacer, y rindan protesta como legisladores federales, porque es plenamente reconocido su trabajo, son Juan Ángel Flores Bustamante y Agustín Alonso Gutiérrez. Sandra Anaya Villegas, Ariadna Barrera Vázquez e Issac Pimentel Mejía tienen puestas sus esperanzas en la marca partidaria, pero tendrán que cargar con el peso de los negativos que cada uno tiene. Ariadna y Sandra, con los de Cuauhtémoc Blanco, además de la reticencia de sus adversarios al interior de su propio partido. Issac, con los del chapulineo que lo llevó a obtener la candidatura, registrado como si fuera propuesta del Verde, para evadir las restricciones de la convocatoria morenista. Se va a poner interesante la contienda.
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