Una de las especialidades de la Ciencia Política que durante los últimos setenta años ha llamado poderosamente la atención por su amplia capacidad explicativa, así como por estar sustentada en evidencia empírica, es decir, en la observación de la realidad, la recopilación de datos duros, precisos, y la utilización de instrumentos de medición científicamente aceptados, es el comportamiento electoral.
Llamado en inglés “voting behavior”, el comportamiento electoral, entre otras aplicaciones, busca explicar por qué la gente vota como vota, ya sea por los partidos políticos o bien por los candidatos en específico, sea en una determinada elección o bien en una secuencia temporal previamente definida. En otras palabras, el comportamiento electoral sirve para determinar, con un elevado nivel de precisión estadística, qué fue lo que hizo que los electores decidieran otorgar el triunfo o no a las organizaciones partidarias o a las personas que postulan para los cargos electivos.
Uno de los principales y primeros hallazgos del comportamiento electoral, que sirvió para orientar la investigación científica en este terreno, fue que no existe en ningún proceso electoral un factor que por sí solo sea el que haya determinado los resultados electorales, sino que se trata de un conjunto de factores que influyen en las decisiones que toma el votante a la hora de ir a las urnas.
Entonces, para ejemplificar, cuando alguien atribuye el triunfo de un candidato en lo particular, digamos, a que hizo una buena campaña y por eso, en definitiva, fue que ganó, puede parecernos lógico y aceptable. Sin embargo, esta conclusión está equivocada, fuera de toda realidad comprobable científicamente.
Los resultados electorales son producto de un proceso multifactorial, en el que sí, hay algunas variables que tienen mayor peso que otras, pero al final todas cuentan en alguna medida. Incluso, pueden encontrarse elecciones en las que un factor haya tenido mucha mayor preponderancia que otros, pero no deja de haber un conjunto de factores que también contaron, aunque con menor influencia, pero contaron.
Por eso, a quienes asesoramos en las campañas electorales les decimos que todos los factores cuentan, en diferente medida, pero todos cuentan. Hay que poder distinguir qué factores serán los más rentables electoralmente para ampliar las posibilidades de triunfo, tanto como reducir los riesgos de los factores adversos, aquellos que conducirían a un fracaso electoral.
No obstante, no muchos son los candidatos que saben escuchar, pero sí ha habido bastantes que se confían, equivocadamente, ya bien de las estructuras, de las carretadas de dinero que gastan, del discurso o de la imagen, según el caso, pero que, si lo hacen pensando que uno solo de esos factores los llevará al triunfo, muy probablemente puedan ser derrotados.
Y para iniciados:
A propósito de la rueda de prensa programada para hoy a las diez de la mañana por el bloque de los partidos opositores, en la que se espera el anuncio de al menos una candidatura acordada, esta síntesis nos puede servir para valorar la real magnitud y peso de las desbandadas de un partido a otro, porque si se confían en que los registros de militantes y simpatizantes, las famosas estructuras, por sí solas van a darle el triunfo a alguien, están equivocados. Hay que tomar en cuenta muchos otros factores, entre los que para esta elección destacan: la valoración que hacen los electores de la actual gestión de gobierno, las marcas partidarias, la efectividad de las campañas multimedia, la presencia positiva en los medios de comunicación de mayor influencia y demás. Pero de ello, hablaremos en otro momento.
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