Los grupos opositores al actual gobierno podrían equivocar el rumbo. La gran expectativa que generó Xóchitl Gálvez Ruiz, la senadora que ha ganado mucha popularidad en poco tiempo requiere de bastante más apoyo rumbo a las elecciones del 2024. Es entorno a ella, como figura principal de la oposición, que los esfuerzos y la organización deben robustecerse.
En la medida en que avanzan los procesos para la designación de quienes serán las candidatas y los candidatos del partido oficial, Morena, y sus aliados, el del Trabajo y el Verde, las posibilidades de rupturas crecen tanto como la idea de que puedan ser cobijados para postularlos por la alianza opositora.
Los líderes nacionales del PAN, PRI y PRD están conscientes de que con sus propios cuadros será muy difícil contar con candidaturas competitivas que les permitan obtener los suficientes triunfos de mayoría y asignaciones plurinominales suficientes para impedir que el próximo gobierno federal cuente con mayoría en el Congreso. Lo ideal, para ellos, es que la oposición sume una mayoría simple. Lo peor, que el proyecto de la cuarta trasformación obtenga la mayoría calificada.
Mientras los grupos opositores, entre ellos los miembros de la sociedad civil que no militan en ningún partido, pero que se están sumando al Frente Amplio piensan en términos de congruencia, proyecto de gobierno y políticas públicas, los partidos políticos ven el tema en función de números y estadísticas, de votos que finalmente se traducen en supervivencia institucional y prerrogativas.
Para unos, los más prácticos, lo más importante no es llevar a Xóchitl Gálvez a la presidencia, sino obtener curules. En su pragmatismo a rajatabla pierden de vista que la manera de hacerlo es concentrarse en la candidatura presidencial, en generar una ola de votos que sirva para impulsar a los demás en las diferentes entidades federativas.
Para otros, la generación de una especie de ola de votación, al estilo del llamado voto en cascada, es la clave no sólo para tener una candidata con posibilidades reales de triunfo, sino alcanzar un posicionamiento en el Congreso, al menos tal como para impedir que una aplanadora legislativa tenga capacidad de reformar la Constitución, con lo que veríamos extinguirse a muchas instituciones, como el INE, la Suprema Corte y el Instituto Nacional de Transparencia, al menos como las conocemos en nuestros días.
Pero ahí es donde viene el problema de recibir a quienes dejen a Morena para buscar postulaciones por la oposición. No van a trabajar para el proyecto de Xóchitl Gálvez, sino para el propio, para cumplir sus aspiraciones y eso genera un hueco por donde se pueden venir abajo las expectativas opositoras. Las decisiones no serán fáciles, pues los partidos tendrán que convencer a la sociedad civil de apoyar las candidaturas de los exmorenistas, y eso se antoja complicado.
Encima, una vez siendo candidatas o candidatos ya no por Morena, sino por la alianza, las cantidades de votos a las que podrían aspirar vienen a menos, con lo que sus probabilidades disminuyen. Sumarían votos, pero perderían la elección.
Y para iniciados:
Estamos a tres días ya de saber quién será la candidata o el candidato de Morelos al gobierno del estado por parte de Morena. Las especulaciones se multiplican y no parece haber señales, hasta el momento, de que ya se haya comunicado a la ganadora o ganador la decisión final. Pero eso sí, a los descartados ya les dieron a entender que mejor no esperen ver su nombre como el ganador. Los ánimos están caldeados y los reclamos de unos a otros no se han hecho esperar.
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