En política hay unos planes que funcionan, logran sus objetivos, y otros que no. Y si bien pueden ser múltiples los factores que inciden en alcanzar resultados exitosos, medianamente razonables o, de plano, fracasos estrepitosos, entre ellos destaca la planeación, la estrategia y su correcta instrumentación.
Una de las novedades que podrán ser objeto de un estudio serio y profundo por parte de los politólogos en los próximos meses y años es el proceso sucesorio que está en marcha, para llevar a cabo las elecciones del 2024, tanto en lo federal como en los ámbitos locales.
Los planes impulsados por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, de entrada, pondrán a escrutinio científico, eso sí, más allá de la ahora popular palabreja denominada “politiquería”, que también él puso de moda, la viabilidad del sistema electoral mexicano, puesto que las normas actuales quedaron rebasadas e incluso abrió la puerta para que no solamente su partido político, sino los demás pudieran comenzar precampañas con muchos meses de anticipación, sin llegar a ser severamente sancionados por las autoridades electorales.
Eso fue, así de claro, un plan y una estrategia, que hasta el momento ha salido bien. Más adelante tendremos oportunidad de profundizar en ese tema, con el rigor que amerita la investigación de corte académico.
Por lo pronto, nos interesa destacar que si bien hubo quienes supieron aprovechar la coyuntura, es decir, los tiempos y las circunstancias, otros equivocaron el camino. Morelos no escapa a esas consideraciones, particularmente en el caso de Morena y sus aliados de la cuarta transformación.
Pongámoslo claro. Como dice López Obrador, “fuera máscaras”. El objetivo es lograr la candidatura de Morena y sus partidos aliados, bajo la bandera de la defensa de la transformación. Si el objetivo personal es lograr la candidatura y el gobierno, por el partido o la alianza que sea, entonces hablamos de un objetivo diferente, que nada tiene que ver con valores, principios ni místicas de servicio al pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Muy lejano del discurso de Andrés Manuel y muy cercano a los intereses propios.
En este momento hay seis finalistas a los que, de una u otra forma, la estrategia les funcionó. Esas tres mujeres y tres hombres lograron posicionarse y mantenerse en la batalla. Sólo una o uno habrá de quedarse con la joya de la corona, la candidatura a gobernador. En diez días sabremos el nombre de quien será el postulado oficial a vencer, a remontar, porque de que entrará con todo a su favor, así será.
Sin embargo, el riesgo sigue siendo el de las fracturas, pues los opositores, tanto del Frente Amplio como de Movimiento Ciudadano parecen estar dispuestos a recibir todo aquello que genere votos que de otra manera no podrían conseguir. Por incongruente y carroñera que parezca, la estrategia de la oposición de cobijar las aspiraciones personales tiene su lógica y podría sumarle buenas cantidades de votos, aunque no necesariamente las suficientes para ganar.
Y para iniciados:
De que hay una campaña negra para desprestigiar al gobierno de López Obrador, aprovechando la tragedia provocada por el huracán “Otis”, la hay. Publicaciones y testimonios falsos o falseados, recorren las redes sociales. Pero también, de que a siete días el gobierno federal avanza lentamente por la falta de una política de prevención, es cierto. Por ejemplo, por lo que se refiere al reparto de agua potable, no ha distribuido más que el equivalente a unas seis pipas de 10 mil litros, cada una, entre una población de afectados que se cuenta por decenas de miles. Por un lado, el gobierno tratando de ganarse popularidad a través del show que ha montado el presidente en las mañaneras, simulando que apenas lo están informando vía telefónica, cuando sabemos que él recibe la información, antes que nadie, presumiendo hazañas inexistentes, en lugar de informar y tomar acciones. Por otro lado, la oposición fustigando e inventando. Detestable que tanto gobierno como la oposición sostengan un enfrentamiento político, mientras allá las familias damnificadas padecen terriblemente.
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