Aunque no necesariamente tendrán que repetirse tal cual las reglas de la convocatoria para la designación de la corcholata presidencial, finalmente ya destapada el pasado seis de septiembre, sí es de esperarse que los procesos locales se encuentren inspirados en los principios rectores que dictó el presidente de la República.
Aunque parezca algo raro, contrario a entidades federativas con un padrón electoral muy superior al del estado de Morelos, como la Ciudad de México o Veracruz, en las tierras tlahuicas los escenarios de confrontación, guerra sucia, así como las posibilidades de divisiones y traiciones son mucho mayores.
Una vez más, el efecto Marcelo se hará sentir en las entidades federativas donde habrá elección de gobernador constitucional, pero ahora con otro tipo de consecuencias inmediatas, particularmente en la tierra de Emiliano Zapata. Eso, debido a que en otros lados los aspirantes se sujetarán a la disciplina partidaria que caracteriza al verticalismo del mandato superior, vestido de sugerencia o visto bueno presidencial.
Marcelo Ebrard confirmó lo que para la inmensa mayoría resultaba evidente. Los dados estaban cargados a favor de Claudia Sheinbaum. La diferencia entre lo ocurrido a nivel nacional y Morelos es que mientras allá, desde un inicio, estuvieron cargados, acá no. El favorecimiento y la cargada a favor de Claudia fueron evidentes. No obstante, el excanciller jugó, apostó y perdió. Sigue dando una batalla que muchos ven perdida, aunque él sigue apostando a ganarla.
Aunque los corifeos de uno y otro bando, morenistas y neomorenistas, de una y otro aspirante, insistan en su narrativa de que llevan la delantera en las encuestas, la convocatoria que está por salir el próximo lunes ocho de septiembre llevará a alguno de los siguientes escenarios:
Mucho ojo, que las convocatorias definan ya si va mujer o va un hombre, sería impugnable, porque atentaría contra los derechos político-electorales del género excluido. Y lo que menos conviene a quien contara con el visto bueno presidencial y el de Sheinbaum es que su proceso interno se venga abajo.
Siendo así, el primero, en congruencia con la lógica de llevar como candidata o candidato a quien se encuentre en mejores probabilidades de ganar la contienda del 2024, sería el de encuestar a todos los que levanten la mano, con el objeto de hacer un primer filtro para saber si son las mujeres o los hombres los que resultan con mayores puntos de conocimiento. Y, claro, quiénes de ellos lo son, para dar paso a una segunda consulta para determinar quién recibirá el bastón de mando en la entidad.
El segundo, si los dados están cargados o medianamente cargados, porque eso también es posible, es que den la oportunidad de inscribirse primero, hacer campaña y luego llevar a cabo la encuesta, poniendo candados para la inscripción, incluso, aunque impugnable, el de ser mujer u hombre. Como sea, eso llevaría a campañas en medios y redes, actos públicos, acarreo y compra de conciencias, a niveles nunca vistos en la entidad, fuera de los tiempos de las campañas electorales formales.
El tercero, que se repita la fórmula de invitación del partido, desde arriba pues, a cierto número de participantes. En el caso nacional, fueron seis decididos por el presidente. Y no se permitió la participación de nadie más, por acuerdo del Consejo Nacional. No podría haber dados más cargados que hacerlo de esta manera.
Ya el siguiente lunes saldremos de dudas, porque las reglas que se están confeccionando parecen estar más ocultas que los gastos efectuados en Dos Bocas, el AIFA y el Tren Maya, juntos.
Y para iniciados:
La salida para evitar las rupturas ya está planteada por el presidente desde hace unos días. Consiste en el reparto de posiciones para quienes no ganen la encuesta, pero hayan participado. El segundo lugar a la coordinación de campaña o al senado, el tercero y cuarto a diputaciones federales o locales. Eso será un aliciente para que lejos de aceptar que los números no les favorecen insistan en que van arriba, que van a participar y a ganar, aunque al final de cuentas se tengan que conformar con lo que el sistema les dé o decidan jugársela por otro partido, lo que sería, además de una muestra de soberbia, una pésima decisión, estadísticamente hablando.
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