Entre el gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador y la administración de Cuauhtémoc Blanco Bravo observamos diferencias llevadas al extremo. Las coincidencias en la manera gestionar los asuntos públicos parecen más copias de mala calidad, que seguimiento puntual a las políticas federales. Mientras el primero, López Obrador, se ha esmerado en protagonizar en la escena pública, a través de las mañaneras, enviando mensajes tanto a sus seguidores como a sus opositores, tirando línea a su partido, impulsando los temas que quiere colocar en la agenda de los medios,
descalificando a sus adversarios y adoctrinando a sus huestes, para guiarlas como el pastor a las ovejas de su rebaño, acompañado de los perros que vigilan y ladran a las descarriadas, en Morelos sucede todo lo contrario. Cuauhtémoc Blanco ha sido, en poco más de cuatro años y medio de su periodo constitucional, un gobernador mayormente ausente, que no se comunica directamente con sus gobernados, sino a través de boletines de prensa, de los que usualmente no hay evidencia de que haya dicho lo que afirman que dijo, que en muy pocas ocasiones ha hecho uso de la palabra en los actos públicos y jamás ha encarado los cuestionamientos sobre su desempeño en una rueda de prensa, y a quien hay que tomar sus declaraciones en las banquetas, antes de subir a su camioneta. Entre uno y otro, resulta evidente una diferencia abismal en su política de comunicación social, si es que pudiéramos decir que la existe en el gobierno de Blanco, porque reaccionar, criticar a sus adversarios y evadir sus responsabilidades no puede ser llamado precisamente una política de comunicación, contrario a Andrés Manuel, quien ha seguido tan fielmente su forma de comunicar que hasta se ha vuelto sumamente previsible.
López Obrador presume y defiende sus obras y sus programas sociales, con todo y las severas críticas, por los señalamientos de corrupción y las ilegalidades que se han detectado en su contra. Habla diariamente de sus megaproyectos, con los que desea pasar a la historia y ser ejemplo internacional, así como de los alcances sobre los beneficios del asistencialismo gubernamental, presentado como Estado de Bienestar, aunque sea sólo como apariencia, porque la realidad no ha cambiado mucho, y en algunos casos, casi nada o nada, puesto que, a lo más, los indicadores macroeconómicos que presenta como logros propios, dependen de lo que sucede en los mercados internacionales. Por su lado, Blanco Bravo, no tiene nada que informar respecto a obras importantes, ni programas sociales de trascendencia. Sus propios informes de gobierno revelan más carencias y retrocesos que avances. Incluso el incumplimiento de sus promesas de campaña y también ya en el ejercicio de gobierno fue documentado y expuesto con mucho detalle el día de ayer por nuestra colaboradora Yohali Reséndiz en su más reciente entrega, que usted puede consultar en nuestro archivo digital.
Ante ello, el gobernador, el futbolista venido a político, opta por guardar silencio, por dejar que lo que aparece como mentiras y causa molestia en la sociedad que tanto esperaba de él, mejor se olvide con el paso de los días. Eso sí, está muy pendiente de si podrá ser candidato a otro cargo de elección popular.
Y para iniciados
Un reportaje de la periodista Pamela Cerdeira se ha vuelto viral. Comprobó, con el uso de pequeños aparatos rastreadores, como el GPS de cualquier celular o de un automóvil, que sus donativos para los damnificados turcos fueron a parar a negocios y no a sus destinatarios. Siguiendo la forma de argumentar de López Obrador, eso no solamente es ilegal, sino inmoral. Dicen en el gobierno de Claudia Sheinbaum que van a investigar, pero, por lo pronto, es un golpe demoledor a las ínfulas de un régimen que se dice no ser igual a los anteriores. Hay quienes dicen que, en efecto no es igual, sino peor.
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