Más allá de la forma en que intentó acaparar la atención el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, al finalizar la Cumbre de Líderes de América del Norte (CLAN), celebrada el día de ayer en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, ocupando 28 minutos para hablar sobre sus proyectos y obras insignia, como la refinería de Tres Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles y el Tren Maya, los programas Sembrando Vida y los Jóvenes Construyendo el Futuro, me llamó más la atención cómo se distanció de los acuerdos contenidos en lo que se denomina la Declaración de Norteamérica, misma que fue publicada ayer mismo y representa el mensaje oficial, conjunto, entre los tres mandatarios de la región.
A López Obrador no le funcionó la estrategia. Por encima de los temas de la agenda acordada, todos ellos enfocados explícitamente a los países que componen la región (Canadá, Estados Unidos y México), estuvo insistiendo, tiempo atrás, durante la cumbre y hasta una vez terminada, en la rueda de prensa y el vídeo que hoy publica en redes sociales, en posicionar su propuesta para la integración económica de todo el continente, algo similar a como se construyó la Unión Europea, pero para las Américas.
Si se hubiese aceptado la propuesta de López Obrador, le habría significado un triunfo estratégico. Podría haberse posicionado como el impulsor de una nueva era para el continente y, particularmente, para los países más pobres de América Latina. Pero no fue así, más bien, presenciamos una derrota estratégica para el presidente mexicano.
Muy diplomáticamente, Joe Biden y Justin Trudeau, se concretaron a tratar los temas pactados y destacar que se refieren exclusivamente a la región, a los tres países. Ninguna de las propuestas de AMLO fue tomada en cuenta. Aplicaron la misma que él, lo escucharon, pero hasta ahí. Coloquialmente, podemos decir que dejaron a Andrés Manuel hablando solo, a quien no quedó más que afirmar que más adelante podría plantearse la integración económica de América, con respeto a las soberanías y las independencias.
Las razones de la inviabilidad de la propuesta del presidente mexicano, tal como la ha expuesto, son varias. Entre ellas, que las condiciones económicas de la mayoría de los países de América no dan oportunidad para que contribuyan en la transferencia de recursos y tecnología, que serían indispensables a fin de lograr el propósito de la integración. Y ni Estados Unidos ni Canadá estarían dispuestos a aportar esos recursos, y México, pues nada más no tiene tampoco para hacerlo.
Y algo que López Obrador no ha reflexionado es que, aunque solamente se tratara de una integración económica y no política, muy diferente entonces a la Unión Europea, sí incluye la formación de una soberanía regional, con reglas comunes, en las que los estados ceden parte de la propia, para beneficio común. Y ese simple hecho choca con las concepciones nacionalistas de los gobiernos como el de la cuarta transformación y los demás regímenes de la izquierda populista.
Los acuerdos fueron, tal como se había previsto, en materia de diversidad, equidad e inclusión; cambio climático y medio ambiente; competitividad; migración y desarrollo; salud y seguridad regional. A futuro se propone una “Norteamérica más equitativa, justa, inclusiva, resiliente, segura y próspera” para responder a “las necesidades y aspiraciones” de los ciudadanos de la región. No hay que perder de vista el continuo énfasis en la región y no en el continente.
Así pues, lejos de haber aportado en los temas acordados, el papel de López Obrador dejó mucho que desear por su necedad de subir a la agenda su propuesta. Pero quedó solo, gritando en el desierto. Ya veremos qué dice en la mañanera, cómo expone sus otros datos y su otra versión de los hechos, como suele hacerlo, aunque ya en un mensaje grabado insistió en el desarrollo y la cooperación de todo el continente. Otra vez, fuera de lo que se trató y se acordó en la Cumbre.
Y para iniciados
Si López Obrador no quiere tener encima a los conservadores norteamericanos, va a tener que aclarar que en su intervención no se refería a los republicanos ni a Donald Trump. Esa forma genérica de expresarse va a acarrearle animadversión. Perdió la pista y de repente se sintió como si encabezara una mañanera, cuando se trataba de un acto de la mayor importancia en las relaciones internacionales de México con Estados Unidos y Canadá. Fue como cuando el anfitrión de una fiesta se pasa de copas y termina aguando la diversión. Hasta Biden se quejó, dejando claro que hubo muchas preguntas a las que ya no pudo dar respuesta, pero que en otra ocasión lo hará.
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