Por Marcos Pineda
Antes de iniciar sus funciones, la LV Legislatura del Congreso del estado de Morelos envió mensajes positivos a la sociedad que había elegido a sus representantes populares. La composición de los órganos de gobierno y la distribución de las comisiones fueron producto del diálogo y el acuerdo. Se instalaron e iniciaron el periodo ordinario sin contratiempos.
Las expresiones sobre la posibilidad de que la parálisis o las ilegalidades que caracterizaron a su antecesora no volvieran a existir se multiplicaron. Dada la pluralidad partidaria, la proveniencia y los diferentes grupos políticos de origen, de diputadas y diputados, hacía sentir que la vía para sacar adelante, tanto el rezago como el trabajo presente, fuera el diálogo y la construcción de consensos, antes de subir al pleno.
Sin embargo, el anhelado consenso se rompió. ¿Y quién o quiénes fueron los responsables de que eso sucediera? Cuauhtémoc Blanco y los legisladores que se han prestado a ser representantes del gobierno en turno y no del pueblo. Y todo comenzó con el rechazo a aceptar que, en la anterior discusión del paquete presupuestario, el del 2022, la cláusula de libre transferencia de recursos fuera eliminada, así como que los nombramientos de funcionarios, pendientes desde tiempo atrás, no se hicieran conforme a los dictados del Ejecutivo.
Sin un nuevo presupuesto, este largo y difícil año está por concluir, pero bajo circunstancias diferentes. No es sorprendente ni extraño que la parálisis haya concluido con una coalición legislativa, como la que agrupó quince de veinte votos. Por un lado, así está diseñado el sistema parlamentario, hecho que comentamos en su momento. Por otro lado, la pretensión del Ejecutivo de tratar a ciertos legisladores como sus representantes o de plano como sus empleados, caló profundo en el ánimo, principalmente de los que llegaron bajo las siglas de Morena.
Así, la coalición legislativa, a la que en términos coloquiales podemos denominar el G15, abrió la puerta no solamente para tomar decisiones, ya no por consenso, pero sí por mayorías simples y calificadas. Nada más que, como esas mayorías no están al servicio del Poder Ejecutivo local, convirtieron al Poder Legislativo en un Congreso incómodo. Siendo honestos con el espíritu de las leyes republicanas que nos rigen, para el gobierno es un revés, mientras, para la división y el equilibrio de los poderes públicos es un logro histórico en Morelos.
Dos diputados se alzaron con liderazgos visibles, capaces de aglutinar un número importante de voluntades hacia el interior del cuerpo colegiado: Francisco Sánchez Zavala, del PAN, y Agustín Alonso Gutiérrez, de Nueva Alianza. Por parte de Morena, los conflictos no se hicieron esperar y muy pronto se dividieron, no encontrando hasta el momento una figura que pudiera representar sus intereses partidarios, así que prevalecieron entre ellos los intereses personales y de grupos, no pareciendo haber manera de superar esos conflictos y convirtiendo a la bancada mayoritaria en bisagra, clave, pero bisagra al final de cuentas.
Tocará a los titulares de las instituciones beneficiarias de los incrementos a presupuestos y a los responsables del uso de los fondos para infraestructura y comunicaciones, incluido el propio Congreso local, demostrar su buen uso y destino. Pero se equivocan quienes pretenden atacar por haber logrado una coalición que por fin diera su lugar al Congreso como un Poder constitucionalmente autónomo e independiente del Ejecutivo.
Y para iniciados
Algo está sucediendo entre los colaboradores de José Luis Urióstegui en el Ayuntamiento de Cuernavaca. Por debajo de la mesa las patadas están a la orden del día y, lo pretendan o no, afectan el ejercicio de la gestión de gobierno. Los cambios y el viraje al timón se ven ya como necesarios e incluso urgentes. Cuestión de días y habrá más novedades al respecto.
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