PERSPECTIVA, por Marcos Pineda
Los seguidores de Andrés Manuel López Obrador y las oposiciones, desarticuladas pero cada vez mayores, cayeron en el juego del aspirante a dictador. Se enfrentan día con día en una campal de redes sociales, expresan sus odios y sus rencores. Para ambos la fuente que inspira, de la que abrevan elementos para la disputa, es el propio discurso presidencial, tempranero, mañanero, constante e inflexible.
Andrés Manuel no reconoce que su pensamiento sea socialista, evade responder, pero tampoco lo niega. En el discurso utiliza la palabra democracia, reconstruye la historia a su conveniencia y descalifica. Pero sólo reconoce la existencia de la democracia si sus planteamientos son los aprobados, la versión de los hechos, si es su versión, y la legitimidad de las ideas si no son diferentes a las suyas.
Golpea el atril para puntualizar, mientras señala, adjetiva, incita al encono, al linchamiento político. Habla de paz con un lenguaje belicoso. Agrede a diario con palabras como “cínicos”, “desvergonzados” e “hipócritas” y hace uso de conceptos para los que tiene su propia definición como “neoliberal”, “conservador”, “neoporfirista”, pero de los que desconoce su verdadero contenido y aplicaciones.
La realidad lo está alcanzando, dentro y fuera del país. La marcha del próximo domingo es una reacción a la anterior en defensa del INE. Está muy lejos de ser una auténtica manifestación popular, porque las marchas y manifestaciones que convocan los gobiernos para apoyarse a sí mismos son producto de la acción del Estado y no de la sociedad.
Ya por el mismo hecho de haberla convocado el mismísimo López Obrador queda al nivel de las que en su momento hicieron los presidentes mexicanos del PRI, el partido comunista de la Unión Soviética, dictadores como Pinochet, Hitler, Mussolini, Castro, Chávez, o cualquiera de los regímenes socialistas de Nicaragua, China o Corea del Norte.
El régimen convocando a sus huestes para apoyar al régimen: El rey desnudo al que alabarán sus ilusorias prendas.
Cuánta razón tenía Carlos Marx: la historia siempre se repite, nada más que unas veces es tragedia, como con Porfirio Díaz, y otras, es comedia, como con López Obrador.
Y para iniciados
Cada vez más reveses para la cuarta transformación, dentro y fuera del país. El Tren Maya y la refinería de Dos Bocas no estarán terminados en los tiempos prometidos, a menos que hagan una chapuza de trabajo y terminen siendo obras de cuarta, que irían acorde al lema del régimen, claro. Los servicios de salud de primer mundo, como en Dinamarca, dijo AMLO, tampoco serán una realidad, si ni siquiera han logrado que haya medicamentos, consultas y tratamientos suficientes para los actuales derechohabientes, ¿de verdad usted se cree el cuento que nos están contando? Todas las propuestas de López Obrador en el entorno internacional han sido rechazadas o ignoradas. La más reciente, su candidato Gerardo Esquivel, fue aplastado con el 80% de los votos en la sucesión para dirigir el BID. Encima, AMLO está perdiendo el acceso a mercados internacionales que ganará Brasil. Volvió a salir en defensa de su amigo Donald Trump y nadie duda que vuelva a hacer campaña para él, pero de esto ya le comento en otra perspectiva.
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