Por Marcos Pineda
Si bien es muy cierto que en la política todo puede pasar, la construcción de los posibles escenarios es muy recurrida y puede tener una gran utilidad, siempre que no se utilice como una especie de medio adivinatorio, como para presumir que se tuvo razón en lo que finalmente terminó ocurriendo, sino para tomar decisiones, incidir en las variables y hacer que ocurra, o no, uno u otro.
En el 2000, por primera vez en setenta años, el Partido Revolucionario Institucional perdió la presidencia de la República. Hubo coincidencia en el análisis de que el principal factor de su derrota fue el hartazgo social en su contra, junto con la participación de un candidato carismático, Vicente Fox Quesada, que prometía un cambio y una izquierda que no terminaba de articular votos y esfuerzos suficientes para enfrentar con éxito a un sistema político decidido a cerrarle el paso, haciendo uso de todo el poder del Estado. El PAN, se dijo entonces, logró sacar al PRI de Los Pinos. Del PRI se vaticinaba su pronta extinción,
pero no solamente eso no sucedió, sino logró regresar al poder presidencial, dos sexenios después.
En esos años se produjeron los primeros experimentos, de corte pragmático, para reunir votos panistas y priistas que pudieran seguir cerrando el paso a un PRD que se había consolidado como el adversario de una izquierda a vencer, con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como su líder y guía moral.
Tanto habían previsto las cúpulas en el poder, más arriba de las dirigencias formales de los partidos políticos, el creciente riesgo que representaba Andrés Manuel López Obrador, a quien Cárdenas había dado su respaldo y apoyo para hacerlo jefe de gobierno de la Ciudad de México, que sumaron fuerzas para cerrarle el paso en las elecciones subsecuentes, pero ya no logaron contener la avalancha de votos contra un sistema en el que el descontento se había extendido ahora también contra el PAN, mientras el PRD había quedado desfondado con el surgimiento de Morena.
López Obrador tuvo claro, desde el mismo momento de su triunfo en el 2018 que, para evitar el retorno de cualquiera de los dos, PAN o PRI, al poder, o que el PRD tuviera oportunidad de crecer, había que sostener e intensificar el desprestigio que con el tiempo se fueron ganando. Y ha logrado hacerlo muy exitosamente, claro desde el púlpito mañanero. Hoy, los tres siguen siendo partidos muy desprestigiados, tanto que a su tambaleante alianza no se le ve posibilidades reales de triunfo. En tanto Morena, conserva una amplia ventaja en preferencias electorales.
Sin embargo, ya como partido en el poder, Morena, a consecuencia directa del cumplimiento estricto de las órdenes recibidas desde Palacio Nacional se ha convertido en un partido aún más autoritario, vertical y pragmático de lo que fue el PRI en sus años hegemónicos. A la larga, eso tendrá un costo que podrá capitalizar otra opción partidaria. Ese escenario se podría comenzar a generar en las próximas elecciones, siendo rebasados los que hoy llamamos partidos tradicionales. A usted, ¿de qué color le parece que podría ser ese partido?
Y para iniciados
Las complicaciones legales comienzan a sentirse al interior del gobierno de Morelos. Los frentes abiertos no son como para subestimarse. Sus alcances podrían ser incluso penales y afectarían al último tercio de la administración en turno. Esos expedientes abarcan áreas muy sensibles, como Salud, Obras Públicas y la oficina de la gubernatura. El encargado de la política interna, Samuel Sotelo Salgado, los conoce todos. Él sí sabe quién sí y quién no tiene embarradas las manos, de una u otra forma. Y eso le da una ventaja, mejor dicho, una gran ventaja.
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