Por Marcos Pineda
Lo dije en un artículo anterior y ya lo confirmó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: Ulises Bravo Molina no cumplía con los requisitos para ser electo consejero del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Con la sentencia emitida deja de ser, en automático, tanto consejero como presidente estatal del partido fundado por Andrés Manuel López Obrador. Hoy, Bravo Molina será nota nacional y trending topic en las redes sociales, pero no exactamente debido a la importancia política que revista el revés que le propinó el máximo tribunal electoral del país, sino porque se trata del hermano de un gobernador cuyo ingreso a la política, desempeño y filiación partidaria han sido más que polémicos.
La estrategia de hacer circular fotos de Ulises Bravo en compañía de Andrés Manuel, a la par de difundir la idea de su cercanía con el mandatario funcionó a medias. Hubo quienes creyeron que una especie de dedito invisible y todopoderoso ya lo había señalado para alentar y proteger sus aspiraciones políticas. Pero no funcionó con los magistrados que tuvieron muy clara su decisión, basada en hechos y no en argumentos falaces. El revés es contundente y, si fue cierto que recibió previamente la bendición presidencial, se extiende hasta Cuauhtémoc Blanco y al propio López Obrador. El Tribunal revirtió una ilegalidad cometida en agravio de los morenistas morelenses, que se habría sumado a las que se acumulan desde que el hoy gobernador fue postulado a la presidencia municipal de Cuernavaca, en el 2015.
En la pasada elección, argumentaron que el Partido Encuentro Social y el Encuentro Solidario eran lo mismo. Eso es legalmente falso. Se trataba de dos partidos políticos, cada uno con su propia personalidad jurídica y registro correspondiente, tal como lo confirmaron los magistrados. Se debe reconocer que la impugnación presentada estuvo bien fundamentada y que no fue ningún operador político el que logró tirar a Ulises Bravo, sino el razonamiento jurídico del Tribunal, ante una ilegalidad que resultaba evidente para alguien con mínimos conocimientos sobre las leyes que rigen al sistema de partidos. Ulises Bravo ganó en las urnas, pero perdió en lo legal.
Al margen del cochinero que fue el proceso interno de Morena, denunciado por los propios morenistas, con la caída de Bravo Molina no termina la crisis que viven, sino pasa al siguiente capítulo. Ahora Morena nacional tendrá que enviar a un delegado que saque adelante la sustitución, tanto en la consejería como en la presidencia local. Pero, mucho ojo, los afines al gobernador ya están dentro y firmes en sus cargos partidarios. La feria de las lealtades echará a andar de nuevo su rueda de la fortuna.
Y para iniciados
Éste, es un momento de vulnerabilidad política. Como ya los alfiles de ambos bandos están colocados en el tablero de Morena, sus movimientos serán los que definan el rumbo del partido. Una oportunidad para los «rabines» de retomar el control que perdieron desde el 2018, pero también para que los morelenses cercanos al gobernador aprovechen la coyuntura a fin de desplazar al clan Blanco Bravo y negocien para no quedar totalmente fuera de la jugada ya que, una vez que los hermanos en el poder dejen de estar ahí, sus fuerzas propias, que electoralmente en realidad no son muchas, y sus recursos económicos, no serán suficientes para quedarse con todo el pastel, sino sólo para comprar algunas rebanadas de poder.
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