Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda
En efecto, hay todavía una especie de ola electoral que se refleja en las encuestas de varias entidades de la República y en las elecciones de diputados federales, en lo general, a favor de Morena. Ya no es esa gigantesca masa de votantes a favor del partido en el poder, sino lo que ahora podríamos calificar como el voto duro que construyó Andrés Manuel con su triunfo en las urnas, de hace ya más de dos años, diezmado por las ya incontables veces en que ha mostrado su faceta de gobernante evasivo, demagogo y manipulador.
El desgaste político se acrecentó, en forma muy acelerada, con los procesos de selección de candidatos y Morena tiene cada vez menos simpatías electorales. Ese llamado voto duro, no es invariable y mucho menos es eterno. La propia idea fundamental de la democracia, contrastada con la polarización intencional del ambiente nacional, resulta en la inevitable pérdida de la calidad de la representación política del régimen actual.
Ese es el punto donde el presidente y su partido se desconectan de la idea de la democracia, pues no conciben la representación popular como una forma de gobierno para todos, sino en beneficio del pueblo más pobre, al que tiene como rehén de sus caprichos y poder personal. La concepción de la democracia se basa en la idea de la elección de quienes representen los intereses de los electores para beneficio de la sociedad en su conjunto, y no de su uso faccioso para beneficio solamente de una porción de esos electores, por más que sea una proporción mayoritaria.
En pocas palabras, la calidad de un gobernante se comienza a medir en función de si representa los intereses de la sociedad o qué tanto los representa. Y el desgaste mayor sobreviene cuando deja de representarlos. Se elige a los gobernantes para que representen nuestros intereses como sociedad, no para que se vaya en contra nuestra por tener una situación diferente a la de su clientela electoral.
En el 2018 hubo millones de electores que eligieron a López Obrador, y a los demás políticos de Morena, para que representaran sus intereses. Si hoy no los representan, si hoy están defendiendo los intereses del grupo en el poder, sus allegados, sus familiares y sus aliados, dejan de ser la esperanza de que la sociedad en su conjunto se vea bien representada y comience a sentirse utilizada y engañada.
La clave, entonces, para distinguir cuál es la opción que pueden elegir los ciudadanos en el proceso electoral de este año, está en que tengan elementos para diferenciar qué representan unos y otros candidatos, más allá de lo que representan los partidos políticos en sí mismos, porque ya la evidencia en su contra es demasiada como para que los electores sigan confiando en esos partidos que velan por los intereses de quienes son sus dueños y administradores.
Los electores sin compromiso partidario, los que no son militantes o simpatizantes de algún partido (que son la mayoría de los mexicanos), mismos que ya saben o tienen una idea, al menos, de lo que representan los partidos como el PAN, PRI, PRD, Morena y demás, no se van a ir por las siglas ni por la propaganda electoral de los partidos. Mirarán los nombres de los candidatos y evaluarán qué representan cada uno de ellos, para hacerse un juicio sobre si esos candidatos pudieran representar sus intereses y al final votar por la candidatura que mejor sientan que los representa.
Y para iniciados.
En ese sentido, en esta elección que será de nombres más que de siglas, valdría la pena preguntarnos qué representan los que ya son y los que probablemente serán los candidatos. Por ejemplo, en la competencia por encabezar el próximo gobierno de la “joya de la corona”, Cuernavaca, pregúntese usted qué representan quienes tienen posibilidades de ganar. Qué representa José Luis Urióstegui, qué representa Sergio Estrada Cajigal, qué representa Jorge Argüelles, qué representa Cipriano Sotelo y qué representa Honorina Estrada Macedo. Y ya usted tendrá la respuesta de si ellos o ella pudieran representarlo a usted.
Excelente martes.
La información es PODER!!!