Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda
En México históricamente se han registrado elevados índices de abstencionismo, tanto en las llamadas elecciones concurrentes, es decir, cuando se renueva la composición del Congreso y de la Presidencia de la República, como cuando se trata, en las elecciones intermedias, de renovar la Cámara de Diputados. Pero ha sido todavía más acentuado el abstencionismo en las elecciones intermedias.
En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se define al voto como un derecho y una obligación, a la vez. Sin embargo, por un lado, es un derecho que no siempre es ejercido por los ciudadanos, al grado de que no es tan difícil encontrar personas ya de cierta edad que manifiestan nunca en su vida haber ido a votar. Y, por otro lado, es una obligación para la que no existe ninguna sanción en el caso de que el individuo se abstenga de acudir a las urnas el día de la elección, a diferencia de otros países que imponen castigos, a veces administrativamente muy severos, a quienes no cumplan con la obligación de participar con su sufragio en los comicios constitucionales.
En las elecciones locales, para renovar los poderes públicos en las entidades federativas, sucede lo mismo. Los niveles de abstención se elevan todavía más cuando se trata de elegir únicamente a los representantes para diputaciones y ayuntamientos.
Los factores del abstencionismo han sido diversos y han variado a lo largo del tiempo. En alguna época, por ejemplo, en los años setenta, cuando José López Portillo fue candidato único a la Presidencia de la República, y en elecciones anteriores, cuando la maquinaria electoral del Estado, el PRI, dominaba casi por completo, el elector promedio argumentaba que no percibía ningún motivo para ir a votar porque ya se sabía que iba a ganar el PRI, y no tenía sentido ir a perder el tiempo de un domingo que mejor podía dedicar a la convivencia familiar, con las amistades o simplemente descansar.
La elección de 2018 fue atípica, la participación electoral se elevó. Algo similar ocurrió en la del año 2000, cuando el PAN, con Vicente Fox, ganó la presidencia. Pero después, volvió a presentarse el mismo fenómeno del abstencionismo. A los gobiernos y regímenes con perfil autoritario, como lo fue el PRI, luego el PAN y ahora lo es Morena, les conviene mucho más que pudiendo hacer uso de los recursos económicos y políticos del Estado, la gran masa de electores inconformes con sus gobiernos, no salgan a votar. Así, con su clientela electoral cautiva, beneficiaria de los programas sociales, les resulta más fácil hacer que sus candidatos ganen en las urnas.
Todo parece indicar que el actual gobierno está apostando por meter en la cabeza de los electores la misma idea, que no tiene sentido ir a votar porque las preferencias electorales indican que, en lo general, Morena volverá a ganar las elecciones. Pero eso no es cierto, esa es una mañosa estrategia, al más puro estilo priista, para desanimar a ese elevado número de electores que todavía no deciden por qué candidatas o candidatos votarían. Si las mujeres electoras y los varones en edad de votar, que no están conformes con la forma de gobernar del actual gobierno, salen el 6 de junio y ejercen su derecho en las urnas, sí podrían evitar que el nuevo PRI, o sea Morena, vuelva a tener mayoría en el Congreso Federal y gane en las elecciones locales.
Parafraseando al gigante de la literatura inglesa, Shakespeare, podríamos decir… votar o no votar, esa es la cuestión.
Y para iniciados.
Quienes insisten en señalar que Morena no es igual al PRI, es muy probable que tengan bastante razón, quizá haya algunos que son peores. Hay que ver la forma en que se han doblegado, en lo que ellos llaman negociación, a su dirigente estatal, Gerardo Albarrán, a sus diputados locales, que ahora buscan otro cargo de elección popular, y a los líderes que podrían ocupar regidurías y puestos en la administración o en el Congreso. Aceptaron, se sometieron a las imposiciones de quienes les ordenan desde arriba, no porque crean que apoyar a los fuereños sea lo mejor para Morelos, sino porque están en busca de sus intereses personales. Y ahí sí no todos son iguales. Los morenistas, con dignidad y conciencia, quizá no dejen su partido, pero terminarán dando su respaldo en la práctica a candidatas y candidatos de otros partidos, que no representen, eso que conocemos, como más de lo mismo.
Excelente jueves.
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