Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda
La antigua cultura griega heredó al mundo notables y trascendentes aportes, en todas las áreas del pensamiento y el desarrollo de la humanidad. Suele dividírsele entre antes, con y después de Sócrates, debido a la riqueza del pensamiento de este ateniense al que reconocemos como el creador de la dialéctica, en tanto forma para llegar al conocimiento y el entendimiento. Como maestro en las artes de la oratoria y como ícono del hombre justo, ético y congruente.
Entre las muchas enseñanzas que Sócrates legó a través de su alumno más destacado, Platón, tenemos el haber puesto al descubierto a unos mercaderes del conocimiento, llamados los “sofistas”. En su sentido más peyorativo los sofistas fueron acusados, incluso por Aristóteles, de no ser propiamente filósofos, sino de utilizar la retórica, el arte del convencimiento, para engañar, para hacer que una mentira pareciera una verdad. Y, por supuesto, tomar partida, ganancia o beneficio de ello.
Muy lejos de que los sofistas se hayan extinguido junto con la cultura helénica, se transformaron. Han trascendido hasta nuestros días. A lo largo de toda la historia de la política occidental la herencia de los sofistas ha hecho mella. Y la encontramos en eso a lo que llamamos “demagogia”, es decir, el procedimiento para ganarse el favor y el aplauso del pueblo, convirtiéndolo en un instrumento para el logro de objetivos políticos, a través de la expresión de halagos, promesas y, claro está, sofismas, que hagan de un individuo muy popular, aunque en realidad no sea más que un mentiroso profesional. O sea, un político consumado, en el peor y más insano sentido de la palabra.
Aquí es donde entran los temas de las pensiones a los adultos mayores, el plan nacional de vacunación, y todos los demás programas sociales. Pero hablemos en este momento de estos dos. Por donde se le vea, el uso político-electoral de estos dos derechos es detestable, sofístico, demagógico, pues. Uno, de quienes han dado ya toda una vida de trabajo, esfuerzo, y pago permanente de sus impuestos y, el otro, un derecho universal, el derecho a la salud.
Ya quedó perfectamente claro, nada más con revisar las fechas, que Andrés Manuel López Obrador, eligió los tiempos para jugar a su favor con los recursos destinados a cumplir con la obligación del gobierno de entregar las pensiones a los adultos mayores. Al inicio de su mandato elevó la edad mínima para recibir la pensión a los 68 años. Y ahora, en pleno proceso electoral, cuando su partido, Morena, se encuentra en el banquillo de los acusados por actos de corrupción, nepotismo, autoritarismo, convulso por la lucha por el poder, y en muchos lados ha ido perdiendo el respaldo hasta de miembros que lo fundaron, vuelve a poner la edad requerida en 65 años. Presenta la decisión como un logro de su administración, como una señal de que su autodenominada cuarta transformación está al servicio de pueblo y de los adultos mayores.
Algo similar está sucediendo con el plan de vacunación, cuando se presenta como una forma de proteger primero a las poblaciones más vulnerables, los mayores y residentes en las poblaciones con mayores índices de marginación. Siempre acompañando ambas estrategias del equipo de operadores electorales, denominados “servidores de la nación”, que hoy tienen sueldo a cargo de nuestros impuestos.
El problema no está en la reducción de la edad para recibir la pensión ni en el plan para vacunar primero a los adultos mayores y más pobres, sino en la forma sofística, demagógica, como lo presenta el presidente, de lo que saca raja, de lo que se beneficia políticamente para mantener su popularidad y procurar así más votos a favor de su partido. El problema, lo inmoral, es la intención de sacar provecho electoral de las pensiones y de las vacunas.
Y para iniciados.
Todavía no se aprueban las candidaturas a los diferentes puestos de elección popular y ya varios de los aspirantes y sus equipos cercanos están muy preocupados. El escenario no es como lo esperaban o como les convenía. Los que se sentían en la delantera, hoy ya no pueden más que aparentar que se siguen sintiendo seguros, cuando en realidad, ven que el reacomodo de las preferencias electorales apenas está iniciando y no les favorece. Están empeñados en aparentar que las cosas siguen igual, que ellos están entre los posibles ganadores, y eso ya no es del todo cierto. Y habrá más y más cambios en la intención de voto, una vez que inicien formalmente las contiendas.
Excelente mitad de semana.
La información es PODER!!!