Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda
Las historias sobre los pecados electorales en el estado de Morelos podrían conformar todo un libro. Por supuesto que quienes han sido sus protagonistas muy difícilmente se animarían a reconocerlas como ciertas, ya que los mitos construidos sobre muchas famas públicas se vendrían abajo. Estas historias, contadas de boca a oído, en tertulias muy cerradas, hablan con mayor claridad de la verdadera historia del poder y de los poderosos, que mil discursos de partido o de campaña.
Una parte de esos inconfesables acuerdos versa sobre la venta de las candidaturas al interior de los partidos políticos. En algunos casos prima la discreción y la negación absoluta. En otros, la petición de que se mantengan bajo resguardo los nombres y las siglas. Pero de que se cuentan se cuentan. Y en la venta de candidaturas, la voracidad de los líderes partidarios ha llegado, en algunos momentos, a niveles que las colocan en una delgada línea que divide a la sorpresa de la risa.
Imagine usted que ha habido no sólo quienes le han puesto precio a una candidatura, sino que han llegado incluso a estandarizar los costos, dependiendo de cuál se trate. Así es, como catálogo de ventas, las presidencias municipales en tanto, las regidurías en tanto y las diputaciones igual, siempre dependiendo de en qué municipio o distrito se trate.
Y el argumento para justificar esos cobros es invariablemente el mismo: se trata de contribuciones para los gastos del partido o de las campañas electorales, cuando en realidad esas maletas de dineros van a parar a los bolsillos de quienes hacen los tratos, jamás son registrados en la contabilidad oficial y por lo regular no media ningún documento, más allá quizá de un simple recibo que en nada compromete legalmente a quien recibió el pago, ni garantiza tampoco nada al que lo otorgó.
Esta ha sido una perfecta manera de autosabotearse al interior de los partidos políticos, porque si bien es cierto que los recursos económicos son necesarios para la ejecución de un plan de campaña, en forma profesional y organizada, tampoco constituyen la fórmula del triunfo electoral. Hemos visto campañas millonarias que aun con todas las expectativas que arman, a través de la compra de espacios, conciencias y voluntades, terminan en estrepitosas derrotas electorales. Lanzan a candidatos con mucho dinero y poco prestigio. Y eso no hace más que autosabotearse. Los que ganaron son quienes las vendieron y los que las compran se la juegan, como si se tratara de una inversión privada y no de una competencia para representar los intereses del pueblo.
¿Y por qué sucede que se siguen vendiendo y comprando las candidaturas? Sencillo, por las leyes de la oferta y la demanda. Mientras haya quien esté dispuesto a comprar una candidatura, habrá quien quiera comprarla. Sin embargo, el mejor postor no necesariamente es el mejor candidato.
Vender las candidaturas se ha convertido ya en todo un arte al interior de los partidos políticos para autosabotearse.
Y para iniciados.
En este sentido, los partidos sobre los que más suenan denuncias informales de venta de candidaturas son Movimiento Ciudadano, Morena y el PRD. En alguno de esos informes de radio pasillo se comenta que llegaron a pedir por la candidatura a la presidencia municipal de Cuernavaca hasta diez millones de pesos. Claro que muchos dijeron que no, pues porque no tienen esa cantidad o no estuvieron dispuestos a jugársela. Y vaya usted a saber, ya en las negociaciones, si lograron algún acuerdo y de a cómo. Eso sólo lo saben ellos y sus finanzas personales.
Excelente mitad de semana.
La información es PODER!!!