Francisco Hurtado Delgado
La participación en la democracia debe ser pareja para todos y todas, es decir, que sin distinción de género se debe tener el derecho a la participación política-electoral, privilegiando desde luego a la no violencia y discriminación en cualquiera de sus formas, ya que ello ha dificultado el acceso a la participación política; entonces ¿Cuáles son los obstáculos, para concretar la igualdad sustantiva en la democracia?
La equidad y la paridad de género establecen un principio ético y de justicia social en el marco de la democracia; sin embargo, debemos focalizar la problemática o malas prácticas, las cuales no permiten que se realicen de oficio las acciones que cumplan con una verdadera igualdad y no con simulaciones. La cuestión por citar uno, es cómo evitar que las mujeres candidatas sean colocadas al último de las listas o en poblaciones y distritos electorales cuyo triunfo es poco probable como militantes de un partido político, habrá que poner un alto a tal ficción.
La Convención de Belem Do Pará, ha reconocido que la violencia contra la mujer viola la dignidad humana y conduce precisamente a la discriminación por género, además ha establecido que la mujer tiene derecho a una vida sin violencia, al reconocimiento y al ejercicio de sus derechos humanos. Pero bien, hemos quedado rebasados en virtud que ahora la discriminación y violencia no solo atañe a las mujeres sino a otros, como los integrantes de grupos vulnerables, es decir, a las personas no binarias, indígenas, LGBTTTIQ+ y con discapacidad.
Las mujeres ya cuentas con instrumentos legales para defender su derecho a participar de manera directa en el ejercicio del poder público. Razón por la que el estado mexicano está obligado a reconocer los derechos políticos de la mujer y seguir ejerciendo las acciones afirmativas a favor de las personas vulnerables y sin importar sexo, clase social o etnia. Lo anterior, confirma que nuestra democracia debe ser igualitaria, sin violencia e incluyente.