Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda
Siendo alumno de La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, alguna vez escuché de voz de uno de los más grandes talentos académicos de la izquierda mexicana, hoy distinguido profesor emérito, Octavio Rodríguez Araujo, que la correlación de fuerzas en el sistema de partidos políticos en México podría ser reducida a su explicación más llana, más simple, a dinero, a recursos económicos disponibles.
Y tenía razón. Nunca, ni la ideología, ni la conciencia de clase, ni el proyecto de nación, ni la solidez doctrinaria fueron capaces de ganarle la batalla al todopoderoso Estado, dominado por las élites políticas, por un partido hegemónico, que gobernaba hasta a los partidos de oposición, al no contar con suficiente respaldo económico.
Los empresarios europeos, que se metieron a la política en sus países, hicieron posibles sus triunfos, no con su buena fama, ni sus grandiosas ideas, sino con el uso de los recursos con que contaban. Los revolucionarios que lo entendieron, como Fidel Castro, buscaron esos recursos entre sus simpatizantes. Los políticos que se opusieron al régimen posrevolucionario en el México de mitad del siglo pasado, le inyectaron recursos a la creación del Partido Acción Nacional. La corriente crítica del PRI, que abandonó las filas de ese partido y que lastimosamente al paso de los años terminó convirtiéndose en otro partido con ansias de hegemonía, Morena, también tuvo que contar con los recursos económicos que le permitieran posicionarse en el ánimo del pueblo.
Los recorridos por todo el país que hizo durante más de veinte años el hoy presidente, Andrés Manuel López Obrador, requirieron de muchos, pero muchos recursos públicos. Y hoy tiene claro y así lo lleva a cabo, que para mantenerse en el poder y no caer en las encuestas de popularidad, debe seguir haciendo uso del erario, para conservar su clientela electoral, beneficiaria de los programas sociales y, en forma perversa, aprovechar, como él mismo lo dijo, en calidad de anillo al dedo, el obligado programa de vacunación contra la COVID-19, para frenar la caída electoral de Morena y recuperar los votos que su gobierno, plagado de incongruencias y falsedades, ha ido perdiendo.
Y si, así como es arriba es abajo, en lo local también se reproduce la importancia de la disposición de recursos económicos. Los únicos ganadores de contiendas electorales sin recursos, o con muy pocos, han sido los beneficiarios de olas de votación que les dieron votos de manera más o menos directa, pero que cuando volvieron a intentar la hazaña, ya no les funcionó. Se creyeron que la popularidad les sería suficiente para ganar de nuevo y no fue así. Perdieron. Y con esas derrotas la fama y la supuesta rentabilidad electoral que les precedía también se esfumó.
Aunque hay muchos casos que podríamos citar en la entidad uno, que quizá tenga usted presente, es el de Fernando Martínez Cué. Dos olas de votación a favor del PAN lo llevaron a ocupar, una curul local y una federal. Pero ya después, su rentabilidad electoral vino en declive. No volvió a ganar, en ninguno de los partidos por los que se postuló. Y tuvo que conformarse, en el trienio de 2012 a 2015, con la sindicatura del municipio de Cuernavaca, para seguir activo y en la nómina de gobierno. Puede suceder que algún partido nuevo lo quiera como candidato en esta elección, pero sin una ola de votación que lo beneficie, como antes, y sin recursos de los que disponga, su papel se reduciría a aportarle al instituto político algunos votos para la conservación de su registro.
Y para iniciados…
La correlación entre recursos y estrategia ganadora no es un asunto de interpretaciones, sino es el resultado del análisis científico, estadístico, de lo que ha ocurrido en los procesos electorales. Algunos partidos y candidatos lo han entendido y otros no. Los partidos están apostando por lanzar candidaturas bien arropadas económicamente, pero no les ha sido fácil ni encontrarlos, ni convencerlos de postularse puesto que, en esta elección, la caballada está muy flaca.
Excelente jueves.
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