Perspectiva Electoral

Por Marcos Pineda

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, hizo público el contenido de una carta que envió a los gobernadores de las 32 entidades del país, incluida la jefa de gobierno de la Ciudad de México. Un documento que se antoja él quisiera ver que pase a la historia. Por eso lo colmó de una amplia introducción con remembranzas del pasado reciente de la historia electoral, de lugares comunes, con pasión por la democracia y respeto a las leyes electorales. Un llamado, en concreto, a los gobernadores a no meter las manos en las elecciones, a no usar los recursos y el poder del Estado para favorecer a ningún partido o candidato.

Formalmente, en sus contenidos y en el mensaje, la carta de Andrés Manuel, es impecable. Ensalza los más preciados valores y principios de la democracia. Da la impresión de haber sido escrita por un paladín del respeto a la voluntad popular. Sin embargo, al contrastar su discurso con la realidad, con lo que estamos viviendo en la práctica en este proceso electoral, choca de frente y a una gran velocidad.

Vamos por partes.

Primero. La credibilidad en cualquier doctrina, política, religiosa, civil, castrense, del tipo que sea, pues, se gana predicando con el ejemplo. Y  el ejemplo que hemos visto de López Obrador no es el democrático, sino el vertical, el impositivo y autoritario. Uno en el que solamente él tiene la razón y la verdad, en el que hay que creer a ciegas, a pesar de que la evidencia en contra sea abrumadora. Un ejemplo en el que defiende a personajes como Manuel Barttlet, artífice de la antidemocrática caída del sistema en 1988, de Napoleón Gómez Urrutia, con cuentas pendientes con los trabajadores y con la justicia, de Cuauhtémoc Blanco y José Manuel Sanz, a quienes exoneró de un plumazo y fueron desestimadas y canceladas las investigaciones sobre transferencias millonarias a bancos extranjeros, uso de cuantiosos recursos en efectivo y compra de inmuebles en circunstancias, por decir lo menos, sospechosas. Y actualmente, la cereza del pastel, el apoyo total a Félix Salgado Macedonio, como su candidato al gobierno de Guerrero por Morena, aun contra toda la evidencia y los testimonios dados a conocer por quienes han sido víctimas de su acoso y de su ya inherente violencia de género. Y al respecto se puede decir mucho más, pero aquí no alcanza ni el espacio ni el tiempo para hacerlo.

Segundo. Si fuera cierto que él está dispuesto a no utilizar los recursos y el poder del Estado en las elecciones, no tendría al ejército de operadores y movilizadores electorales, conocido como los servidores de la nación, al servicio de los candidatos de Morena, utilizando los programas sociales y asistenciales con propósitos electoreros, llegando hasta la desfachatez de aprovechar la estrategia nacional de vacunación contra la COVID-19 para la formación de una clientela electoral, de lo que hay también evidencia y testimonios de sobra. No estarían los disque siervos de la nación, que más bien parecen siervos de AMLO, pidiendo a las personas de la tercera edad que le escriban cartas al presidente haciéndole llegar sus peticiones y escribiendo sus datos de contacto.

Tercero. Si Andrés Manuel tuviera una auténtica voluntad democrática, no autoritaria, sino tolerante, no vertical, sino incluyente, se avocaría a sumar a los mexicanos en torno a las grandes causas de la nación, no a dividirlos y a sembrar discordia, no a echarlos a pelear entre ellos mismos, a llamarnos a todos mexicanos y no a etiquetarlos a unos como conservadores y a otros como progresistas, a unos como ricos fifís, malos por naturaleza, y otros como pueblo bueno y sabio, pero al fin como un pueblo pobre que quiere que salga siempre en su defensa.

Desde mi perspectiva, López Obrador está volviendo a tomar como ejemplo a Porfirio Díaz, quien también quiso hacer historia apareciendo ante la opinión pública internacional como un paladín de la democracia, cuando en realidad era todo lo contrario. Ese es el México que no ha cambiado. El de los dobles discursos, de la doble moral, de la política del engaño y la mentira.

Y para iniciados…

Solamente los más ingenuos y crédulos, fanáticos apoyadores a ciegas de AMLO, se pueden creer lo escrito y dicho por el presidente. Solamente quien se niegue a usar la razón y la conciencia, va a defenderlo como siempre, a capa y espada, descalificando de antemano toda opinión que sea diferente a la de López Obrador. Tenga usted mucho cuidado, la conciencia y la razón es suya, usted debe pensar por sí mismo y no por lo que diga López Obrador, Morena o sus seguidores a ciegas. No son ellos los que tienen la última palabra, sino usted, querido lector.

Excelente mitad de semana.

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