Por Juan José Hernández Cuevas
Trataré de ser breve en esta historia basada en la obra “Las Leyes de la Naturaleza Humana” de Robert Greene. En el año 432 a. de C., los habitantes de Atenas recibieron una noticia perturbadora, representantes de la ciudad-Estado de Esparta se encontraban en la ciudad y habían presentado al consejo de gobierno ateniense nuevas condiciones de paz. Si no las aceptaba, Esparta le declararía la guerra.
Dos ciudades archienemigas, diametralmente opuestas en muchos sentidos. Atenas dirigía una liga de Estados democráticos en la región, mientras que Esparta encabezaba una confederación de oligarquías llamada la liga del Peloponeso. Una dependía de su marina y su riqueza, era potencia comercial en el más eminente mar del Mediterráneo. La segunda dependía de su ejército, era un estado eminentemente militar…
La asamblea ateniense se reunió en la colonia Pnyx para discutir el ultimátum Espartano. De esta asamblea surge un peculiar líder llamado Pericles. El anciano estadista ateniense, sumamente querido. Su opinión importaba más que la de cualquiera. Pero pese a lo mucho que se le respetaba, se le consideraba un líder más filósofo que político. En el inicio de su carrera era sorprendente lo poderoso y exitoso que había llegado a ser, pues no hacía nada de la manera habitual.
Antes de que Pericles apareciera en escena, los atenienses habían preferido, ver en sus líderes cierto tipo de personalidad, hombres capaces de pronunciar discursos estimulantes y persuasivos, con dotes para el dramatismo. Esto producía una política demasiado incoherente o disgregadora; solamente se trataba de hombres dominados por el instinto y la emoción.
Pericles propuso como estrategia contra los espartanos, que no morderían el anzuelo; que no los combatirían en tierra. -Con sus accesos al mar mantendrán bien provista a la ciudad y usarán su marina para incursionar en sus poblaciones costeras. Con el tiempo, la ausencia de batalla los exasperará y la necesidad de alimentarse y abastecer a su ejército paulatinamente los dejará sin dinero. Sus aliados pelearán entre sí. El partido de la guerra en Esparta quedará desacreditado; una verdadera y perdurable paz será convenida, todo ello con un costo mínimo de vidas y dinero para los atenienses-.
Al poco tiempo Pericles murió y por extraño que parezca los atenienses no lloraron a su líder, lo culparon de la peste que aconteció y protestaron por la ineficacia de su estrategia.
Al final estos hombres de la asamblea llenos de esa “legitimidad”, que no comulgaban con las ideas del fallecido Pericles, esos supuestos caudillos líderes que “arriesgados” y “entregados” al pueblo ateniense, cobraron gran popularidad, pues incitaban a librar una guerra frontal contra los expertos y adiestrados espartanos. En otras palabras, el pueblo ateniense creía en sus ilusos políticos con sus “ideas apasionadas y desmesuradas”. Hoy gracias a la historia sabemos que de esa manera llegó a su fin aquella ciudad de los grandes sabios y filósofos, cruelmente derrotada y devastada.
Así fue como los años de gloria, su gran imperio democrático y la edad de oro de Pericles, todo se esfumó para siempre, el hombre que refrenó sus más peligrosas emociones -agresividad, codicia, soberbia, egoísmo- había desaparecido de la escena y su sabiduría había caído en el olvido. Pero, si tal vez los atenienses pese a la adversidad, hubieran optado en seguir su plan, muy posiblemente esa derrota hubiese sido un triunfo.
El ilustre Max Weber, sostiene que debemos entender por legitimidad a la idea de algo que es “auténtico”, “justo”, “equitativo”, “razonable”, y tiene como elemento intrínseco el consenso referido a principios o valores culturales, pero que no deja de ser un sistema de creencias, de suposiciones abstractas de lo que consideramos como colectivo, que se encuentra en nuestra percepción sensible y se traduce en un sentimiento de empatía. Para Max Weber existen tres tipos de dominación legítima: De carácter racional, de carácter tradicional y de carácter carismático. Nos inspiraremos en este último. En la autoridad carismática se obedece al caudillo carismáticamente calificado por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad.
Como resultado de ello podemos aseverar que, en el caso de Pericles, fue considerado un gran líder y muy respetado, pero por su edad y falta de vigencia perdió esa “legitimidad” que le caracterizaba en sus tiempos de gloria; aunado a ello su muerte repentina -un año después del inicio de la guerra-, provocó que perdiera en absoluto toda la credibilidad de su pueblo. La ciudad ya debilitada y necesitada de una figura de autoridad, optó por representes improvisados que dieron rienda suelta a sus apasionamientos, a falacias y retóricas sin sustento; incipientes faltos de un análisis profundo que les permitiera dilucidar la realidad por la que la ciudad del Partenón estaba pasando y que terminó en ruinas.
Con este ilustrativo ejemplo pasamos a la actualidad, en donde sufrimos parecidos tropiezos por elegir a representantes populares, hombres o mujeres que ejercen a través de su influencia el poder de la legitimidad en el quehacer político y de la política; donde toman decisiones poco sensatas, sabias o, como Seneca decía faltas de templanza, entendida ésta como la falta de moderación en todo lo que hacemos, especialmente en el control de las emociones, esas sensaciones desequilibradas tomadas por el vaivén del inhóspito e inmenso mar de las bajas pasiones.
Esto también tiene una explicación científica para las neurociencias, pues ahora en la política, esta actividad ha cobrado mayor auge y se ha vuelto más ampliamente estudiado por el “marketing político”; que basados en la teoría del “cerebro “triúnico” o “triuno” de Paul MacLean entre otras ramas de las neurociencias como la neurolingüística, la neurofisiología, el neurodesarrollo. Encuentran el “talón de Aquiles” para mover y conmover anímicamente a las masas y con ello lograr sus objetivos; es decir, a través de artífices de la publicidad, la difusión estratégica de colores, imágenes, videos, discursos y palabras, ejercen ese gran poder que muy seguramente será definitorio para la toma de decisiones de aquellos individuos a quienes van dirigidas.
Obtener esa breve legitimidad a toda costa es lo de hoy. Esa aprobación de la sociedad por el carisma, por la fama, por la imagen o por publicidad; pero no por el proyecto, por argumentos de validez o razones previamente analizadas y comprobadas como eficaces, por propuestas que sean realistas, que respondan a los ¿Cuándo? ¿Cómo? y ¿Porqués? Cuyo objetivo sea resolver los grandes problemas o paradigmas de la administración pública de cualquier ciudad o Estado.
Para las neurociencias y Paul MacLean el cerebro se compone de tres cerebros inmersos en uno mismo, de ahí la concepción de “Triúnico” o “Triuno” (mencionada en líneas anteriores), pues estos tres elementos se encuentran en constante interacción en nuestra psique; los cuales nombró de la siguiente manera: cerebro reptiliano o instintivo, como la parte del cerebro más primitiva de nuestra evolución; es el encargado de las funciones básicas y de supervivencia. El cerebro límbico o emocional, propio de los mamíferos, este cerebro tiene memoria y su forma de funcionamiento es a través de la motivación, activación y memorización, es decir; este cerebro almacena todo aquello que nos provoca emociones intensas, y desecha las que no. Por último, el cerebro neocórtex o racional, se encarga del proceso cognitivo y de la toma de decisiones razonadas y/o lógicas.
Lo interesante es que estos tres cerebros dominan totalmente a nuestro ser, tan es así, que podemos afirmar que gracias a ellos y a través de su interacción tenemos preferencias para cualquier cosa que hagamos en toda nuestra existencia.
Por estas razones, se dice que el 15% de las decisiones que tomamos en nuestras vidas pertenecen al campo de cerebro neocórtex o racional y el 85% lo definimos con los otros dos cerebros, es decir; la mayor parte de ellas, las tomas de manera inconsciente o subconsciente.
Ahora que sabemos esto; ¿No crees, que es importante involucrarse en la política? y más aún, tener un escrutinio riguroso de los políticos que participarán. Sin duda tenemos que comenzar por hacer discernimientos que permitan mayor aproximación a la realidad, saber quiénes están preparados y no puedan tan fácilmente defraudar a la sociedad. Sabemos que el arte de gobernar implica una gran responsabilidad, y lo que decidamos hoy repercutirá para el próximo año 2022. Mientras tanto, este próximo 6 de junio de 2021 habrá elecciones intermedias y entonces tendrás que definir ¿Por cuál de tus cerebros te dejarás guiar?… pasemos de una legitimación de corazonadas o de pasiones a una verdadera legitimación de razones, capacidad, proyecto, trabajo y honestidad.
Reciban un cordial saludo y un abrazo de corazón, ¡hasta pronto!