Por Jorge Meade Ocaranza

Durante los últimos años, miles de familias, derivado de la violencia y la inseguridad, viven una realidad donde el miedo y la impotencia no dejan de estar presentes; los hechos de sangre, ejecuciones, feminicidios, secuestros, robos y los actos delictivos se distinguen a diario. El temor como sentimiento, se reproduce en los núcleos de las familias y ha alterado y tensionado nuestras relaciones interpersonales sin darnos cuenta.
La ejecución por demás cobarde, del ex-gobernador de Jalisco Aristóteles Sandoval, su muerte y su modus operandi, revive para toda una generación los hechos violentos previos al proceso electoral de 1994; el asesinato de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu. Estos hechos, conmovieron meses antes de las votaciones a la sociedad mexicana. Un hecho es claro: cuando te quieren dañar, ejecutar, desaparecerte y callarte para siempre no hay momento ni lugar seguro. Cualquier espacio es una oportunidad para quienes planean quitarte la vida; no importan qué tan resguardado estés. La planeación del atentado violento como de película contra el jefe de la policía de la CDMX, Omar García Harfuch en una de las principales avenidas, mostró el poderío y logística de grupos delictivos. El asesinato de Aristóteles Sandoval, desnuda lo que las autoridades en el discurso quieren ocultar. Es decir, corren tiempos de una enorme violencia que no es castigada. Cuando la autoridad señala en el discurso los tiempos violentos de antes para justificar la violencia e inseguridad de hoy, solo enojan y violentan a las familias de las víctimas de ahora. Los crímenes políticos suponen -en términos hipotéticos-, que alguien quiere eliminar y callar a quien o quienes les son incómodos, les critican o les representan un debilitamiento al poder que ejercen; o bien que se negaron a negociar o someterse contra quien lo planeó y mandó ejecutarlos.
Consumados los hechos, las
respuestas son las mismas y ambiguas e iremos hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga.
Aristóteles Sandoval fue el candidato del PRI, y quien para los priistas recuperó el Estado de Jalisco después de 20 años de ser oposición. Aristóteles Sandoval formaba parte de los nuevos liderazgos políticos del país. Su muerte, recuerda a quienes están en la vida pública, a que si alguien o varios quieren desaparecer a alguien, nadie se escapa y los hechos nos muestran un escenario desalentador.
La retórica oficial en nada va a cambiar la realidad; se convierten en eventos que nos conmueven en el momento sin ninguna consecuencia jurídica, solo escándalos públicos que se olvidan pasando los días. Quienes cometen estos actos, (a veces planeados, ordenados y otros a veces lo ejecutan) son olvidados y asimismo,
protegidos y nunca castigados.
Se han acumulado hechos públicos visibles de múltiples ejecuciones de mujeres y hombres dedicados al quehacer político. En este sentido, los presidentes municipales y legisladores federales u locales, sin distingo de ideología suman varias decenas los últimos meses, ya ni mencionar la suma de periodistas asesinados. En el 2021, vamos a un proceso electoral, con el mayor número de espacios a elegir por los ciudadanos de forma tal y simultánea, que se tenga memoria en un ambiente de inseguridad, violencia física y política, con múltiples regiones del país donde los grupos organizados controlan todo, donde están socializados la falta de resultados de los gobiernos; sitios donde los criminales gobiernan de facto y que la autoridad lo sabe y a juicio de los ciudadanos, poco hace por cambiar las cosas o están las autoridades involucradas y asociadas.
Vivimos un círculo vicioso, donde el actual gobierno ha sido incapaz de cohesionar una estrategia de combate al crimen. Por el contrario, en muchos de los casos y en base a resultados, se sospecha de ella. Hay un rompimiento político previo a las elecciones, donde el fuego amigo hace gala. Con los malos resultados de un gobierno. Aristóteles ejerció el poder, sirvió al pueblo de Jalisco, fue un político innovador y su muerte no debe ni puede dejarse impune; lo recordamos en calidad de mártir en un país que presume todas las mañanas la transformación.
Solo preservando el orden social, respetando las libertades y derechos, garantizando la seguridad de la población y de las familias, podrá un gobierno legitimar sus resultados, de lo contrario, quienes los dirigen, se convierten en demócratas sin vocación, abusan del poder y con el tiempo dañan y hunde a quienes gobiernan.

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