Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda
Arend Lijphart, uno de los más prolíficos politólogos contemporáneos, ha hecho diversas contribuciones al estudio de las democracias y de los sistemas electorales. Mayormente ha dedicado su atención a las democracias consolidadas de los países desarrollados. Sin embargo, mucho de lo que ha aportado nos es útil para analizar lo que ha venido sucediendo en democracias como la nuestra, que sigue siendo todavía muy cuestionable, desde diversos puntos de vista.
En 1984 publicó un muy buen estudio con el título Democracias, sobre 21 naciones democráticas. En 1994, otro, un mucho más completo estudio sobre 27 países que reunían las características necesarias para ser considerados democráticos, al que llamó Sistemas Electorales y Sistemas de partidos. En el año 2000, una edición, que pretendía originalmente actualizar los contenidos de aquellas obras, terminó convirtiéndose en una totalmente nueva y muy completa investigación, sobre las características y el funcionamiento de 36 países democráticos en el mundo, que lleva por título Modelos de Democracia.
Quizá si usted no ha tenido la oportunidad de leer a Lijphart quisiera saber qué dijo acerca de la democracia mexicana. Pues nada, en efecto, ni una sola línea, ya que México no reunía en la práctica los requisitos que en teoría debe cumplir un Estado para ser clasificado entre los países democráticos. En todo caso, México era considerado más como un país, tal como lo estudiaron en su momento Jaime Cárdenas Gracia y José Woldenberg, por ejemplo, como un país en transición hacia la democracia.
Así es, a pesar de los discursos políticos del régimen hegemónico priista, que intentaba aparentar ante propios y extraños que en México se vivía ya una democracia plena, no fue sino hasta que Vicente Fox logró sacar al PRI de Los Pinos, que comenzó a considerarse a México ya también como un país democrático y afortunadamente así ha seguido, aunque la forma de hacer política del actual régimen está evidenciando cada vez más riesgos de retroceder hacia el estado anterior, dominado por un sistema autoritario. Pero eso es motivo de otro análisis.
Son varios los factores que se pueden estudiar al respecto. Hoy me referiré muy concretamente sólo a un par de ellos: La alternancia en el poder y la calidad de las democracias.
Si bien la alternancia en el poder es fundamental para la consolidación de una democracia, no es suficiente para lograr una democracia de calidad. Y como lo demostró Lijphart, la calidad de las democracias está directamente relacionada con los niveles y estándares de bienestar y la calidad de vida de la sociedad gobernada. En síntesis, la alternancia en el poder es un requisito de las democracias, pero una vez conseguida la democracia, relevando el pueblo a través del voto a los gobernantes y al partido en turno, lo más importante es la calidad de esa democracia, puesto que, a mayor calidad de la democracia, se producen mayores niveles de bienestar y calidad de vida para los ciudadanos. Pongamos un par de ejemplos evidentes de nuestros días. Mientras más cuestionada ha sido en las últimas elecciones la democracia norteamericana, más se ha deteriorado la calidad de vida de los habitantes de los Estados Unidos. En cambio, nueva Zelanda, que ha cuidado y ha ido mejorando la calidad de su democracia, también en los últimos años, tiene los más altos niveles de bienestar y calidad de vida de su población, incluso para estar a la altura para poder enfrentar de manera bastante más eficiente la pandemia de COVID-19 que la mayoría de los países, económicamente mucho más poderosos.
Al final, entonces, no se trata solamente de que podamos presumir que en nuestro país se respeta el voto y vivimos ya en una democracia, sino también en preguntarnos, y actuar en consecuencia, sobre qué tipo de democracia tenemos y de cuál calidad.
Y para iniciados
Los dirigentes de partidos, los líderes de grupos políticos, los miembros de la sociedad civil que tienen participación política e incluso aspiran a ser candidatos a, digamos, algo, están hablando mucho de no permitir que se otorguen candidaturas a políticos con mala reputación. Para que puedan lograr eso, la inmensa mayoría de las candidaturas tendrían que ser encabezadas por nuevos rostros, porque si buscan entre ellos mismos, queriendo cumplir con tal promesa, no encontrarían a quien postular.
Excelente mitad de semana.
La información es PODER!!!