Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda
Los partidos a los que popularmente se les ha llamado “tradicionales” están desesperados buscando alianzas electorales. Han cobrado conciencia de que el partido emergente, que arrasó en la contienda del 2018, Morena, podría constituirse en un nuevo instituto hegemónico, en una aplanadora electoral, similar a lo que en su momento fue el PRI, al que únicamente podrían enfrentar, con ciertas posibilidades de triunfo, si van unidos.
La votación para Morena, en términos generales, en el 2018 promedió el 50% de la votación total emitida. Por lo tanto, una condición adicional para que puedan presentar candidaturas competitivas es que la votación por los candidatos del partido en el poder, sea menor que en los pasados comicios, toda vez que el presidente de México, cumpla su palabra de no intervenir en las elecciones, mantenerse alejado de la política partidaria y respete las reglas electorales, así como las funciones que están asignadas por ley a los organismos responsables de organizar las elecciones, es decir, al INE y a los organismos públicos electorales locales. Confían también en que el desgaste que ha sufrido Morena en el ejercicio del poder, y el de la figura presidencial, también les favorezca acumulando votos de los ciudadanos que no están conformes con el actual régimen.
Las expectativas de triunfo de los partidos de oposición no pueden estar fundadas en la cantidad o porcentajes de votación que tuvieron en la pasada elección, eso no les alcanza ni yendo todos los tradicionales juntos, sino en la intención de voto que midan las encuestas preelectorales, mismas en las que deberá verse reflejado que vayan acortando la diferencia del 35 al 40% de las preferencias con las que Morena inició el proceso electoral.
En Morelos, a diferencia de lo que pudiera ocurrir en otras entidades de la Federación, entre las filias y fobias, los rencores y los intereses personales o grupales de la clase política, entre la que ya tenemos bien identificados a los miembros de los partidos tradicionales que aspiran a ser candidatos, una amplia alianza como la que proponen en Sí por México, entre el PAN, el PRI y el PRD, se ve muy difícil de alcanzar.
Por un lado, el PRI, PRD y Movimiento Ciudadano, cuyas recientes actividades, declaraciones públicas y acercamientos privados, revelan, entre conciencia y desesperación, por lograr acuerdos electorales con otros partidos que les garanticen condiciones mínimas para recuperar al menos algunos de los muchos espacios de representación que perdieron rotundamente en la pasada elección. Al menos requieren, si no de amplias coaliciones, sí de ciertas candidaturas comunes, que ellos perciben como estratégicas, por ejemplo, para las presidencias municipales de Cuernavaca, Cuautla y Jiutepec.
Por otro lado, el PAN y el PT han tratado de posicionar la idea de estar tranquilos, de poder ir solos, de darse a desear, como aliados en la contienda. De ser una opción a la que los otros tienen que buscar, ya que hipotéticamente, su capital electoral podría ser definitorio entre el triunfo o la derrota. Al margen de que estén sobrestimando sus actuales capacidades electorales y quieran venderse caro, más bien tienen un enfoque que no va dirigido a convertirse en partidos realmente competitivos, sino a alcanzar los votos necesarios para su subsistencia institucional y la colocación de unos cuantos elegidos, de entre sus cúpulas, en posiciones políticas determinadas.
En términos concretos, PRD y PRI aspiran a volver a figurar entre los grandes, pero tienen pocas probabilidades de lograrlo. El PAN y el PT, tienen ambiciones acotadas para el pequeño grupo que ahora se ha constituido en la nueva Sagrada Familia y para la que ha dominado al partido desde hace muchos años, respectivamente. Movimiento Ciudadano busca sobrevivir y acaso participar como aliado de quien pudiera ofrecerle algunas posiciones, particularmente en Cuernavaca.
Y para iniciados
Las próximas elecciones pueden ser una oportunidad histórica para que los partidos tradicionales corten el cordón umbilical que los une al sistema de sometimiento en que vivieron muchos sexenios, cuando el poder el presidencial influía en todo y en todos, y convertirse en verdaderos partidos de oposición. Pero sólo es posible si no se venden, como hicieron en el pasado.
Excelente mitad de semana.
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