Pave Soberanes

La Foto del Recuerdo     

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«Yo di la orden», se sinceró el presidente Andrés Manuel López Obrador en su comparecencia ante medios en Palacio Nacional, cuando hace un año en Culiacán cuerpos de defensa -militares y policías- dejaron en libertad al hijo de Joaquín Guzmán, el Chapo.

«Se tomó la decisión», volvió a hablar con la verdad, responsabilizándose, de desviar el curso del agua captada en las presas de almacenamiento de agua en Tabasco, evitando se inundara Villahermosa, lo que habría sido una desgracia mayor.

Por esas dos decisiones, graves en sí mismo, el inquilino de Palacio Nacional fue severamente criticado por El nuevo periodismo -el que callaba todo lo malo de los expresidentes, desde Salinas hasta Peña-, el que sabe que existía autocensura y ahora libertad de prensa. 

Beneficiario de la decisión presidencial, Ángel Aguirre -sucesor del compadre de Zedillo, Rubén Figueroa- se sentó en Palacio de Gobierno de Chilpancingo dos veces, una como interino y otra como gobernador electo. En ambas ocasiones la desgracia de los huracanes Paulina, en 1997, e Ingrid en 2015, fue de gran utilidad financiera para su familia y amigos.  

Las buenas noticias, tras la desgracia con docenas de muertos en ambos casos, vinieron pronto: 10 contratos por 160 millones de pesos para levantar parcialmente a Guerrero, se asignaron tan sólo a empresas vinculadas al doble gobernador, quien además, montó un acto de cínica teatralidad en el noticiario estelar de El canal de las estrellas, pagado con recursos que debieron prevenir muertes o aliviar la desgracia: se metió a la inundación y en la entrevista habló de honestidad.

Esas dos ocasiones, curiosamente, Aguirre se emborrachaba con familiares y amigos en Casa Guerrero, a costa del erario público. Bajo intoxicación etílica, empezó a operar a favor del dinero. Daba cifras de la tragedia, pero su mente estaba en el negocio que traen los desastres naturales y las crisis coyunturales, como La ley bala en Puebla o el Terremoto de Axochiapan.

Sobrevolando Tabasco, López Obrador se inculpó, si cabe la culpabilidad. Se tomó la decisión de desviar el agua hacia la parte baja, donde naturalmente se va el agua, y evitar se inundara la capital, donde el desastre seguiría tras una semana de lluvias intensas, y la amenaza de lluvias torrenciales por el Frente Frío número 13 que azotará Centroamérica, mañana.

La mejor decisión nunca será la mejor para unos, acaso los menos, acaso los más, pero un presidente nunca había hablado con la verdad, como ahora. Lo mismo dijo cuando en la Operación Culiacán fuerzas federales dejaron en libertad al hijo de El otro don Joaquín, evitando la muerte de cientos que, niños de brazos, familias enteras, rehenes de los traficantes de drogas fuertemente armados -los cuerpos de defensa sometidos- habían sido amenazados con asesinarlos -llevaron carros tanque de gas y gasolina a una unidad habitacional con cientos de familias dentro de sus viviendas- si no soltaban a su jefe, el Chapito. Con valentía nunca vista en un presidente de México, López Obrador reconoció en público que él dio la orden de lo que se llamó operación fracaso. La libertad de un execrable delincuente a cambio de cientos de vidas inocentes. Esa vez no hubo víctimas «colaterales», como les llamaban en el calderonato a las muertes violentas de inocentes, de quienes decían que iban «armados hasta los dientes», cuando se trataba de estudiantes modelo, como los del Tecnológico de Monterrey, institución que se puso al servicio de Los Pinos, pusilánime.   

¿Por qué no se mojó los pies el presidente?, fue el cuestionamiento al sobrevolar la inundación. Ignoran sus críticos -algunos con buena intención, es decir, con rigor periodístico- que el presidente conoce Tabasco -y casi todo el país- como la palma de sus manos, pues recorrió en alguna veces descalzo, las zonas más pobres del sur del país, para defender, ayudar, salvar a sus iguales pobres de Veracruz, Tabasco, Chiapas. La neutralidad periodística no llegó a mojarse el calzado. 

El presidente López Obrador no necesita de fotografías, de esas que ordenan los megalómanos a ocho columnas o pagan entrevistas millonarias dentro del agua, para demostrar que se «trabaja». En Historia mundial de la megalomanía (Penguin Random House, México, 2014), Pedro Arturo Aguirre da una lista pormenorizada de sátrapas del mundo parecidos a Felipe Calderón, de México. Hitler, Stalin, Franco, Chávez, Castro, Kim Jong-il, Saddam, Papá Doc, Mussolini, El Gadafi… una lista terminable con el panista. 

Como Aguirre, Calderón visitó Veracruz en 2010. Su puso una camisa con los logotipos de su programa Vivir Mejor (cómo olvidar la caricatura de Hernández en Proceso, con un diminuto Calderón y los pies de puntitas, cambiando la primera palabra, Vivir, por la de Huir) -instalado en el imaginario colectivo como un programa fracasado por corrupto-, cuyos recursos, destinados a los pobres, fueron utilizados para beneficiar a los ricos. Un sonriente presidente de México, desvergonzado, repartiendo saludos, dejó que el agua le llegara hasta los huevos, a pocos centímetros del suelo, y ordenó -y no es literal- que los medios le dieran grandes espacios a su necesidad de ser alguien que era necesario en ese momento. 

La no foto del recuerdo de López Obrador tiene más valor que los actos de teatralidad de los grandes megalómanos que bailaron sobre los muertos en medio de la lluvia de dinero. 

letraschiquitas

Faltaba más. Maricruz Montelongo Gordillo, la nieta de la única maestra sin maestría, Elba Esther Gordillo, será la coordinadora de la circunscripción cuatro a nivel nacional, con cabecera en Morelos, claro, rumbo a San Lázaro por la vía de escrutinio proporcional del nuevo partido Redes Sociales Progresistas. Fernando Martínez Cué, para seguir rentando sus propiedades para las campañas, un gran negocio de cada tres años, colocó a su hermano Carlos como «consejero» municipal***. Duramente tundido por la organización de una cabalgata sin medidas sanitarias mínimas, el senador del PRI Ángel García encontró rápidamente una imitación burda de La nueva Tania Valentina Rodríguez, quien festejará el aniversario número 30 del PT con un recorrido a caballo, acaso sin cubrebocas ni bozales***. Tomaron nota en Palacio de Gobierno del respaldo del Obispado de Cuernavaca a las medidas sanitarias de Motolonía 2, de hacer obligatorio el uso del cubrebocas. Aunque fue el vicario general de la Diócesis de Cuernavaca, Tomás Toral, quien opinó, se entiende que es el obispo Ramón Castro quien habla. El coqueteo eclesial es para Antonio Villalobos***. De Ciudad Ayala le llega un recado al delegado federal Raúl Anaya, de parte de especialistas en medio ambiente, además de lugareños, por el Proyecto Integral Morelos que significa la termoeléctrica de Huexca, para dialogar de frente y no a través de los medios. A El otro Anaya que le hablen de manejo de dinero público y operatividad electoral, y acude interesadísimo.

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