Morelos, la crisis de la política
Por Jorge Meade

El 2018 será recordado como el año en que Morelos sufrió su peor crisis política, cuyas consecuencias son peores cada día.
Un pésimo gobierno, abusos, crímenes, corrupción es lo que ha distinguido la administración de Cuauhtémoc Blanco.
Un alto costo ha tenido el Estado y han pagado los morelenses que están viviendo una tragedia ante la incapacidad de quienes gobiernan, donde el agotamiento de quien apuesta todo a su imagen como futbolista es incapaz de garantizar a los ciudadanos las condiciones mínimas de seguridad, justicia y paz.
Esto, sumado a su indiferencia y falta de compromiso, no le permiten advertir lo que en modo de subversión silenciosa se está gestando. Debemos exigir que Cuauhtémoc pida licencia y deje el cargo.
Muchas son las voces que se suman; «no aguanta más Morelos con tanto abandono e ineptitud» dicen muchos.
La corrupción está desbordada por todo trámite, obras y permisos; cobran comisión a todo y quienes lo hacen tienen nombre y apellido.
No conocer Morelos ni su gente, rodeado de amigos de fuera y todos enriqueciéndose, evita que Cuauhtémoc conozca el repudio social y burla de amplios sectores sociales, donde es el personaje central, (no en vano lleva 15 meses como el gobernador peor evaluado del país). Es decir, su apuesta es que lo siga sosteniendo el presidente de México, y ante ello cada día es un gobierno más impune.
Ya no hay morelenses que sean interlocutores en su gobierno; los tres secretarios que lo acompañaban identificados con Morelos que lo conocen y los ciudadanos reconocían como Fidel Giménez, en Obras Públicas, Gilberto Alcalá, en Desarrollo Social y Guillermo Ruvalcaba, en Desarrollo Agropecuario salieron, le renunciaron y ninguno quiso prestarse a los moches que exigía Cuauhtémoc, e incluso los dejaba sin presupuesto. Lo que sí, es que el tiempo mostrará que ellos hicieron lo mejor al deslindarse de un gobierno que será el que peor termine.
La pugna interna, lucha intestina del equipo de Gobierno es pública y los bandos reconocidos por un lado como el de Sanz, el manejador, y por otro lado Ulises Bravo, el hermano y un resto que operaba en otro. Eso sí, el que mejor le entiende es Pablo Ojeda, luchando contra todos y tenemos a un Cornejo solitario y con más experiencia. Por otra parte, figuran
el ex-delegado de Bienestar Social, Hugo Eric Flores y Jorge Argüelles, quienes se han convertido en la mejor comparsa, haciendo negocios y planeando cómo continuar vigentes en Morelos; piensan que llegaron para quedarse y entre ellos se auto-elogian.
Son hábiles para sobornar, corromper, comprar conciencias, amenazar y violentar; sienten que nada los detiene. Eso sí, han hecho aliados en todos los partidos; todo lo compran cuando hay quien se vende.
Está en puerta la elección del 2021 y ya advierte Cuauhtémoc que de perder el congreso del Estado, no van a pedir que pida licencia; lo van a sustituir, elementos sobran, un movimiento popular se está gestando, no conoce el Estado y sus comunidades son nobles pero se cansan. En este gobierno, en apenas dos años se ha derramado más sangre que nunca; las ejecuciones y descuartizados aparecen diario, pasando ya a otra etapa, están matando líderes políticos y de organizaciones. El modus es claro: los matan, hay escándalos, dejan que pase el tiempo y no pasa nada. Cuauhtémoc piensa que el destino nunca lo va alcanzar, su conducción cínica lo muestra.
Ya tiene Cuauhtémoc partido propio, diría su equipo para competir, es el dueño del PES, (imaginen que puso al hermano al frente y tenía en otro a Sanz), no hay talento político en Morelos para ellos; se comen todo y tuvieron la oportunidad de mandar al PES a Alfonso de Jesús Sotelo, el oriundo de Jojutla, que desde el congreso les ha resuelto todo; su estilo es claro: usar a la gente, desgastarla y tirarla.
Sumado a la crisis política que hay en México, en Morelos se vive por igual una crisis de la política, con un gobierno alejado de principios y valores.

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