La Asociación Independiente de Comunicadores, Reporteros y Productores de Morelos, A.C. (AICREPMOR), que encabeza Víctor Manuel Carrillo Ocaranza, y el alcalde de Cuernavaca, Antonio Villalobos Adán, entregaron un reconocimiento post mortem al periodista Miguel Ángel García Tapia, quien falleció el pasado 01 de mayo víctima del Covid-19.

Los hermanos Luis Ángel y Emiliano García Bahena, hijos de Miguel Ángel, acompañados por el periodista José Luis Garcitapia, recibieron dicho reconocimiento, y la caricatura original que sobre la partida del “Mike” elaboró el caricaturista Juan Bobadilla Cuenca, durante la asamblea ordinaria de la AICREPMOR, celebrada el pasado sábado en un salón de eventos de Acapantzingo.

Previo a la entrega del reconocimiento y la caricatura, el periodista Juan Lagunas leyó unas palabras sobre quién era Miguel Ángel García y lo que representaba para el medio periodístico el famoso “Mike” o “Chuletón”, mensaje que Avance de Morelos reproduce integro.

Palabras dirigidas en el homenaje a Miguel Ángel García.

Asociación Independiente de Comunicadores, Reporteros y Productores de Morelos.

Muy buenas tardes.

Saludo con respeto al alcalde de la ciudad de Cuernavaca, Lic. Antonio Villalobos Adán, quien es un gran amigo nuestro.

Saludo con gusto también a los integrantes de la Asociación Independiente de Comunicadores, Reporteros y Productores de Morelos.

De igual forma, emito un reconocimiento especial a nuestro presidente, el señor Víctor Carrillo Ocaranza.

De la misma manera, extiendo mi mano hacia mi querido amigo José Luis García Tapia.

Mil gracias a todos por su integridad…

Y, con la venia de ustedes, me abocaré, en este momento, a acercarme a la figura insigne de nuestro gran amigo y colega, Miguel Ángel García, quien, desde una perspectiva espiritual, se encuentra hoy aquí entre nosotros.

Mis humildes reflexiones llevan el subsiguiente título:

Para un amigo aún vivo

Una vez leí, en medio de la cotidianidad del vacío de la rutina, una frase del escritor Mario Vargas Llosa, que dice lo siguiente:

“La función del periodismo en este tiempo, o, por lo menos, en esta sociedad, no era informar, sino hacer desaparecer toda forma de discernimiento entre la mentira y la verdad, sustituir la realidad por una ficción en la que se manifestaba la oceánica masa de complejos”.

        Miguel Ángel García, el famoso “Chuletón”, nunca conoció la exigencia de un dogma ideológico o imaginativo (que suele emerger de la ignorancia del entorno).

Siempre guió la libertad por medio del temperamento de su continua exaltación del ánimo. Nunca lo observé en estado de angustia.

La sonrisa en su faz era un suceso natural, que iba en contra de la desolación de cada día; sobre todo, cuando, en este oficio, se busca el sustento en momentos de incertidumbre: cada día posee su afán. No tenemos un conocimiento tangible sobre el mañana. Nos dedicamos a escribir bajo el influjo del instante. Al fin y al cabo, los cínicos no sirven para este oficio, dice Riszard Kapuscinsky.

En contraste, el buen Miguelón (O “Muchachón”, como me solía decir, ensimismado en su algarabía), no experimentaba ningún signo de alteración. El mecanismo de defensa que desarrolló fue el entendimiento pragmático de los sucesos de interés colectivo.

Es decir, redactaba con la precisión de la sencillez, sin ambages ni preocupaciones. Él siempre fue así. Escribía con el alma de la constante alegría.

Y, por esa misma causa, su niñez fue eterna. El agobio de los posibles conflictos lo enfrentó con una herramienta dúctil: la liviandad del tiempo. O, como dice Jorge Luis Borges, con el liviano presente.

Ahí estuvo su hogar: en los aposentos de la despreocupación.

La amistad del buen “Mike” consistió en una gama espontánea de elementos. Enlistaré algunos: sinceridad, apoyo, ética, comprensión, empatía y análisis crítico.

No obstante, incluso con situaciones emergentes (que seguramente las tuvo) nunca dejó de reír.

Cuando intentaba ser serio, su lenguaje no verbal expresaba otros conceptos (resumidos en: FELICIDAD). Oh, Señor, qué enorme gusto es tener la amistad del único “Chuletón”. El auténtico “muchacho”. 

Fue reservado y cáustico (dos elementos indispensables en la labor reporteril).

De igual forma, hizo actos de magia. Su estilo en el periodismo borró sonrisas de algunos personajes de la política mezquina y estéril. “De un plumazo”, como se dice de forma coloquial.

Empero, me quiero seguir refiriendo sólo a su amistad. En este esquema fue espléndido. Su mano extendida siempre estuvo cerca de mí. Logré acompañarlo hacia diversos escenarios de la existencia efímera del orbe. Con él, pude entender lo que era una verdad de Perogrullo (que no admite discusión): el sentimiento recíproco.

El tiempo avanza… Y él, mi gran amigo “Mike”, seguía incólume: intacto. Como si hubiera hecho un juramento fáustico, a la usanza de una novela de Óscar Wilde.

Yo no sé con absoluta certeza si mi voz se volverá un ocaso hoy, mañana o el lunes. Ni sé por qué motivos, como dice el vate Miguel Hernández, me perdono la vida cada día.

Lo que sí comprendo es que mi amigo Miguel está cerca de mí. Y lo extraño. Y aún lo observo en las calles del primer cuadro de la capital. En la “Plaza de Armas”.

La inquietud que difundió podría convertirse en una nota de un párrafo, con un cintillo y un sumario breves y, a la vez, con la siguiente cabeza a dos pisos:

Contratan a “El Chuletón” en el periodismo celestial

Te recordaré siempre, amigo, porque estás aún vivo.

Muchas gracias.

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