¿Por qué tantos feminicidios?

Francisco Hurtado Delgado

Lamentables, día a día amanecemos con noticias respecto a sucesos de muertes, violaciones y desapariciones de mujeres, particularmente los feminicidios, que de acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Publica, se han incrementado en los últimos cuatro años en un 111%; ¿Qué hacer para detener esta ola de violencia en razón de género?

En el artículo 325 del Código Federal Penal se tiene tipificado el delito de feminicidio, el cual estipula: “a quien comete la privación de la vida a una mujer por razones de género, cuando concurra alguna de las siete circunstancias: violencia sexual, lesiones o mutilaciones, violencia previa, relación sentimental existente entre el sujeto y la víctima, amenazas previas y/o exposición del cuerpo en la vía pública.”

De esta prescripción normativa se puede inferir que la muerte violenta de una mujer cometida por un hombre, es la forma más extrema de violencia contra la mujer y una de las manifestaciones más graves de la discriminación hacia ellas. Pero no sólo se asesina el cuerpo biológico de la mujer, se asesina también lo que ha significado la construcción cultural de su cuerpo, con la indiferencia y la tolerancia de un Estado masculinizado.

Radicar categóricamente la superioridad genérica del hombre frente a la subordinación genérica de la mujer, ese es el gran reto y desafío que tiene el Estado mexicano y la sociedad en su conjunto. Nuestra tarea diaria es eliminar el odio, el rencor y la hostilidad hacia ellas; actuemos sin diferencia y discriminación, fomentemos racionalmente la construcción social sin crímenes de odio y la culminación de violencia de genero contra ellas y; por último, en cuanto a las autoridades competentes, exhortar que no persista la impunidad, porque de lo contrario se podría considerar la configuración a un crimen de Estado por indolencia y omisión.

El feminicidio es un fenómeno multicausal que devela el grado de descomposición de la naturaleza humana y la pobreza del espíritu de los hombres agresores, pero, sobre todo, de la incapacidad del aparato judicial para contenerlo y castigarlo. De ahí el grito de protesta de todas las mujeres que reclaman justicia. Su voz es legítima y su grito desesperado ¡Ni una mujer violentada más! Esa debe ser la voz de toda la sociedad.

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