Perspectiva
Por Marcos Pineda
El tema ya no es si queremos democracia, sino qué calidad de democracia queremos. La inmensa mayoría de los seres humanos consideran en la actualidad que la democracia es la mejor forma de gobierno. Sea parlamentaria o presidencial, como la mexicana, se antoja mejor que cualquier otra. Los tiranos y dictadores que llegaron al poder para enquistarse en él cayeron cuando quedó al descubierto que habían mentido al pueblo, que en realidad no eran demócratas sino hipócritas.
Algo similar sucede con la popularidad de quienes llegan al poder a través de elecciones democráticas y luego enseñan su verdadero contenido, sus verdaderas motivaciones, porque terminan cayendo de la gracia del pueblo que los eligió. Así es, tanto como llegaron con una mayoría de votos se van con una mayoría de abucheos. ¿Recuerdan el caso de Graco Luis Ramírez Garrido Abreu, o simplemente Graco, quien en su momento incluso llegó a creer que podría ser candidato a la presidencia de la República y hoy es muy difícil encontrar una voz pública en su favor. Lejos de ello, quizá pronto podría ser vinculado a un proceso judicial por la comisión de diversos delitos. Ése es un caso sólo de ejemplo.
Todo apunta a que el sucesor de Graco, Cuauhtémoc Blanco, está transitando por una senda parecida. De apariencia popular, pero con lenguaje de pueblo pueblo, de hombre que ha venido desde abajo, que se conmueve y llora en público, le han hecho creer que gobernar es salir de vez en cuando a leer (y muy mal por cierto) algún discurso, presentarse en inauguraciones de asfaltado de calles, llamadas obras públicas, y tomarse fotos con quienes lo siguen viendo como un ídolo futbolístico, mientras deja en manos de una banda de corruptos y mentirosos el auténtico ejercicio de gobierno.
El verdadero gobernador de Morelos, por cierto ya bastante enfrentado con el hermano del gober formal, Ulises, tema que tocaremos en otra oportunidad, decíamos el español avecindado en Cuernavaca, José Manuel Sanz Rivera, no haya ni cómo responder las preguntas del pueblo y la prensa. A todo contesta, pero de nada sabe. Para todo lo relacionado con seguridad pública echa la bolita al gobierno federal y a la Guardia Nacional. Para todo lo social de la misma manera, pero ahora ya con escaso respaldo de Hugo Eric Flores, súper delegado, que está más ocupado en su partido político que en la encomienda que le hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador. Ambos tienen abandonado a Morelos en la búsqueda de sus ambiciones personales.
Estos dos personajes representan la cúspide de la crisis de la representación política en la entidad ¿O acaso hay alguien que diga que se siente bien representado por José Manuel y por Hugo Eric? Si ni el Cuau representa los intereses de los morelenses, parece que eso de la legión extranjera en los altos cargos del gobierno de Estrada Cajigal, hoy se quedado más que corto.
Para iniciados
Un par de nombres comienzan a pesarle alcalde de Cuernavaca, además del ya sabido casi todopoderoso director del SAPAC, que parecen tenerle miedo hasta en el gobierno estatal. Estos dos son Erick Santiago Flores y Erick Yair Salgado. El primero, que de brinco en brinco, sale de uno y otro lado severamente cuestionado. Hoy, el cancerbero de las puertas del papagayo y cuyo visto bueno pareciera tener más peso que el del alcalde constitucional. El otro, una herencia de Manuel Martínez Garrigós, que cobijado en la nómina y cercanía con los Villalobos, se hace pasar por periodista semanal, engaña, infunde y teje con navajas. Ambos personajes están forjando a pulso un descrédito dentro y fuera del Ayuntamiento. ¿Cuánto tardará el alcalde en darse cuenta quiénes de los que lo acompañan se están volviendo más una onerosa carga que un apoyo?