LA LEY DE HERODES
Por Miguel Ángel Isidro
Pasados ya los primeros cuatros meses de la presente administración federal en México, se advierte una intensificación de la actividad política en torno al próximo proceso electoral federal.
Y aunque pareciera lejano el año 2021, en términos formales, las distintas fuerzas políticas tendrán que comenzar prácticamente a mediados del presente año a aceitar la maquinaria para enfrentar su próximo compromiso comicial.
Habida cuenta de los elevados niveles de popularidad y aceptación alcanzados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, algunos observadores se adelantan a señalar que la elección intermedia no será otra cosa más que la plena consolidación de Morena como la primera fuerza política electoral del país.
El principal objetivo del Presidente y su partido será, a todas luces, consolidar su mayoría en la Cámara de Diputados a nivel federal y obtener la mayoría de las 13 gubernaturas que están en disputa.
Es por ello que a muchos opositores alarmó la posibilidad de que a través de la figura de la revocación de mandato, el Presidente puede aparecer en una boleta electoral adicional en el próximo proceso, bajo el argumento de someter a la opinión de los electores su permanencia en el cargo. Visto está que la imagen de López Obrador representa en estos momentos prácticamente el único activo electoral de Morena. Su plataforma ideológica, propuestas y sobre todo sus procedimientos internos son todo un misterio para la mayoría de sus simpatizantes, e incluso para muchos de sus miembros en activo.
Aún así, habrá que advertir que se anticipa una descarnada lucha interna entre militantes y “adherentes” a Morena por alcanzar las distintas candidaturas en juego, habida cuenta de que la sola postulación bajo las siglas del partido del Presidente representa prácticamente obtener el boleto ganador en esta suerte de lotería electoral.
¿Qué hay de las fuerzas políticas que habrán de competir contra el Presidente y su aplanadora de 30 millones de fieles seguidores?
Difícil, realmente difícil pinta el panorama para los partidos que actualmente conforman la oposición.
El Partido Acción Nacional enfrenta una severa crisis de liderazgo. Su actual líder nacional Marko Cortés ha tratado, infructuosamente, de replicar la agenda marcada por el Presidente López Obrador en sus conferencias mañaneras. Además, el PAN carga con el lastre de dos ex presidentes que, aunque ya no son parte de sus filas, paradójicamente siguen siendo referente de su legado como gobierno. Vicente Fox y Felipe Calderón insisten en mantenerse vigentes en las redes sociales, donde su probidad es cuestionada en todo momento.
A ello habría que agregar el proyecto del ex presidente Calderón y su esposa Margarita Zavala de crear un nuevo partido político, lo cual naturalmente marcaría un éxodo de los cuadros identificados con la pareja.
Por otra parte, el Partido Revolucionario Institucional enfrenta también una complicada situación interna. El desastroso paso de Enrique Peña Nieto por la Presidencia ha dejado al partido tricolor en el más profundo descrédito y falta de credibilidad.
El anuncio lanzado por su dirigente nacional Claudia Ruiz Massieu Salinas a inicios del presente año, en el sentido de iniciar un proceso de reconstrucción interna del partido, y de organizar un proceso de elección de una nueva dirigencia bajo altos estándares de transparencia, ha movido al escepticismo de propios y extraños. Para el imaginario colectivo, la figura del ex presidente Carlos Salinas de Gortari sigue perdurando como la del “villano favorito” y artífice de todas las desgracias nacionales, idea que sigue siendo alimentada desde el discurso diario del Presidente López Obrador.
Al PRI le tomará más que tiempo y más que un simple cambio de dirigencia desvincularse de la ominosa sombra del salinismo, y eso sin duda alguna le seguirá afectando en el terreno electoral.
La tercera fuerza electoral de la oposición es el Partido de la Revolución Democrática, institución cuyo capital político se vio severamente mermado con la salida de López Obrador y el nacimiento de Morena como partido político.
Ángel Ávila Romero, actual dirigente nacional interino del partido del Sol Azteca se ha caracterizado por pasar prácticamente desapercibido por la opinión pública y el escenario político nacional. En estos momentos el PRD tiene en puerta un nuevo proceso de reconfiguración interna, pero es prácticamente ineludible el hecho de que su nueva dirigencia siga siendo controlada por el denominado grupo de “Los Chuchos” (Jesús Ortega y Jesús Zambrano), aunque no son pocos los observadores que ya avizoran la extinción de dicha corriente, y en consecuencia, anticipan el fortalecimiento de otras facciones como Nueva Izquierda. Aún así, se ve difícil que el PRD pueda reponerse del boquete abierto por López Obrador en su estructura y militancia.
El resto de las fuerzas políticas de la baraja es tan poco representativo que ni siquiera merece la pena detenerse a analizar cuál será su participación en los siguientes procesos. Para algunas fuerzas políticas como el Partido del Trabajo, su alianza electoral con Morena resultó tan rentable que les garantiza por lo menos un sexenio más de existencia y prerrogativas, y el otros casos como el del Partido Verde Ecologista, la consabida política de oportunismo de sus dirigentes no anticipa nada importante por venir en su futuro inmediato.
Reiteradamente, las fuerzas opositoras acusan a López Obrador y a Morena de debilitar cualquier posibilidad de contrapeso a la figura presidencial, pero en términos reales, cada uno de esos actores tiene mucho de responsabilidad en el deterioro de la realidad política de México.
El PRI es culpable de haber debilitado las instituciones en aras del fortalecimiento de un sistema presidencialista, del cual ahora reniegan simple y sencillamente porque ya han sido expulsados del poder.
El PAN es culpable de haber debilitado la figura de la alternancia electoral como una herramienta de cambio. Retomó vicios y formas del priismo tradicional y ahora paga las consecuencias debilitado en imagen y peso electoral.
El PRD es culpable de debilitar la imagen de la centro izquierda y los movimientos progresistas en aras de una política convenenciera que convirtió a sus dirigentes en cómplices de los grupos de poder, y al mismo tiempo, arrastran consigo el desprestigio de gobiernos estatales señalados por frivolidad y corrupción, como es el caso del ex gobernador de Morelos Graco Ramírez Garrido, solo por mencionar un ejemplo reciente.
Uno de los espacios donde podrían surgir contrapesos efectivos frente al proyecto político de López Obrador es el de la sociedad civil. Por ello cobra sentido que desde diversos frentes el mandatario insista en cuestionar su credibilidad, generalizando en calificativos que asocian dichas corrientes a la llamada “mafia del poder” o a escándalos de corrupción de los gobiernos priistas y panistas, soslayando el hecho de que muchos de estos movimientos lo apoyaron en su llegada al poder. Aún así, habría que esperar al surgimiento de nuevos liderazgos que refresquen el escenario político nacional.
Y un factor adicional a tomar en cuenta será la natural lucha de poderes al interior de Morena. Ya se vislumbran desde ahora liderazgos marcados con intereses y agendas diferentes: Ricardo Monreal, Tatiana Clouthier, Martí Bartres y Claudia Sheimbaum, por mencionar algunos. ¿Seguirá la armonía imperando al interior de Morena cuando llegue el momento de tomar decisiones de corte electoral?
Veremos y comentaremos.
Twitter: @miguelisidro