Perspectiva
Por Marcos Pineda
Ayer escuché de un excelente periodista que Andrés Manuel López Obrador está acabando con su bono democrático a pasos agigantados, aún antes de asumir la presidencia de México. Y en su programa de Youtube del jueves de la semana pasada, Chumel Torres le hizo una fuerte crítica, severa y bien documentada, con el aviso de que en su programa le darán puntual seguimiento. En suma le llamó mentiroso a quien asumirá (formalmente, porque en los hechos ya manda desde el dos de julio) el poder federal, el próximo sábado.
En los últimos días AMLO ha perdido popularidad en al menos nueve puntos porcentuales, debido a las contradicciones entre lo que antes dijo y ahora niega.
En algunas lecturas encontré ciertos paralelismos entre la llegada al poder y su proceder en el mismo, del político romano Julio César y lo que se perfila como el gobierno de López Obrador. En realidad, no sé si se trata de coincidencia o inspiración en la figura del más popular de los dictadores romanos. Veamos las más relevantes.
Cuando a César le fue negado el continuar en el poder como Cónsul de Roma, decidió dedicarse a conquistar las simpatías del pueblo para regresar fortalecido, con respaldo de los ciudadanos al margen de quienes ostentaban el poder político formal de la República. Las noticias sobre sus hazañas y sus discursos hicieron crecer su fama, lo que le permitió hacerse de nuevo con el poder pero con mayores ambiciones, con la ambición de transformar a Roma. Y sí la transformó, de República en Imperio, con él como dictador.
Para lograrlo, primero perdonó a los corruptos miembros del Senado romano. No los llevó a juicio, sino los incluyó en sus planes. Segundo, procuró que al pueblo empobrecido le fueran cubiertas las necesidades básicas de alimentación a costa de poner las finanzas en una difícil situación que perduró por décadas. Llevó a cabo monumentales obras públicas de comunicación y riego. Y por supuesto le dio a los romanos el Circo, con un gran esplendor. Al pueblo, pan y circo. A los poderosos, perdón y protección.
Al final, en el momento justo, recibió poderes extraordinarios para convertirse en dictador, en el más poderoso que habían visto en su época. Si hubo alguien a quien pudiera calificársele de populista en esos tiempos, fue precisamente a Julio César. Aunque como saben la historia no terminó nada bien, en especial para el pueblo romano.
Sin mucho más que argumentar por el momento, sólo resta recordar la antigua sentencia: El que tenga ojos que vea y que tenga oídos que escuche.
Para iniciados
Comienzan a salir denuncias y trapitos al sol de funcionarios ligados a la administración de Cuauhtémoc Blanco. Contubernios, transas y abusos de autoridad. Ya hay quienes dicen, varios de estos que están llegando no durarán mucho en sus cargos. Perspectiva está documentando y obteniendo los testimonios correspondientes, aunque más valdría que no permita el gobernador que estos negritos en el arroz se le conviertan en bola de nieve, porque ahora resulta que algunos presumen cercanía con el mandatario y se sienten protegidos.