PERSPECTIVA, por Marcos Pineda Godoy.

Utilizar el ingenio para llevar a cabo el rediseño de las instituciones de un Estado, parecería una verdad de Perogrullo, pero no es así. El concepto encierra complejidades y especializaciones, sumamente profundas.

La gobernadora electa de Morelos, Margarita González Saravia, ya trabaja, junto con su equipo, en las propuestas que presentará al Congreso local, pensadas para tener mayores alcances a los de la Ley Orgánica de la Administración Pública estatal.

Para que la reingeniería tenga éxito, en cualquiera de los ámbitos donde se instrumente, no solamente se deben adecuar las instituciones a un nuevo plan de gobierno, sino utilizar una metodología para rediseñar radicalmente las instituciones, desde los puntos de vista jurídico y operativo, que logre satisfacer las necesidades de la población que será atendida. En términos de la vida pública: las necesidades del pueblo.

La reingeniería se ha venido desarrollando debido a la identificación de lo que se ha dado en llamar, eufemísticamente, como “áreas de oportunidad”, pero que para que nos entendamos con claridad, eso significa que o no funcionan correctamente o podrían funcionar con mayor rapidez, eficiencia y, en los mejores casos, a menores costos.

Reducir los egresos, mejorar la calidad de los servicios, así como la prontitud con que se atienden y se resuelven las demandas de los ciudadanos involucra la redefinición no solamente de la estructura organizativa, sino de los procesos y las jerarquías, las cadenas de mando y de toma de decisiones. Es un asunto que va más allá de la revisión de los organigramas, aunque por ahí comienza, pero que se tiene que contrastar con los resultados o rendimientos obtenidos y lo que se proyecte se puede mejorar sustancialmente.

En sintonía con las actuales necesidades de mejora en la utilización de los recursos públicos, fallo crítico de la administración de Cuauhtémoc Blanco, derivada hoy día en una crisis institucional, que lo ha colocado en la percepción ciudadana muy lejos de haberse incorporado a los rieles de la cuarta transformación, del presidente Andrés Manuel López Obrador, la reingeniería propuesta por la próxima gobernadora, tendrá que incorporar conceptos como la reutilización, el reciclaje y la reducción de los insumos necesarios. Vamos, pues, hablamos de una estrategia que debe también tener impactos hasta ecológicos.

Si las reformas de los últimos gobiernos estatales no produjeron los resultados que se esperaban, fue porque no estuvieron basadas sino en objetivos personales y de los grupos de poder, mas no en la optimización del flujo de trabajo de la administración. Ejemplos de ello sobran. Dígame usted cómo ve al gobierno en desarrollo de infraestructura y comunicaciones, en apoyo al campo, en programas sociales propios, en desarrollo empresarial… Y ya ni hablemos de inseguridad, del combate al crimen organizado, a la corrupción o a los privilegios.

La primera mujer gobernadora de la entidad, Margarita González, ya ha hablado de varias de sus propuestas estratégicas y su equipo las está detallando y afinando: Elevar el rango de la seguridad pública y de la atención a la mujer a secretarías de Estado. Separar las áreas de turismo y cultura. Vigorizar la producción de energías sustentables. Y crear el Instituto del Emprendedor. Reducir a seis años el periodo para el que es designado el fiscal estatal y empatarlo con el del gobernador en turno, entre otras, pero todas con perspectiva de género. Eso es parte de la reingeniería institucional.

Ideas, propuestas y acciones que nunca vimos ni de lejos en la actual administración, a la que ya quedan escasos dos meses y, por fin, se van, bueno, hasta que las auditorías los alcancen.

Y para iniciados:

Luego de la visita de Andrés Manuel López Obrador, acompañado de Claudia Sheinbaum Pardo, en la que a Margarita González Saravia le fue muy bien, pero a Cuauhtémoc Blanco Bravo, muy mal, como pudo apreciarse en el video donde el respetable le propinó al ex ídolo del fútbol otra andanada de rechiflas y mentadas, nos pusimos a preguntar si habría algún o algunos que se la hayan cuadrado de mala fe al gober saliente. Y no, resulta que las reacciones de los asistentes fueron completamente espontáneas. Se apresuraron de inmediato a presumir fotos y deslizar trascendidos sobre supuestos acuerdos con el presidente. Habrá quien se vaya con la finta, pero la mayoría ya no les cree ni media palabra. Lo bueno es que no hay estatuas del “Cuauh”, porque sería una pena que corrieran con la misma suerte que las de Maduro, en Venezuela.

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