PERSPECTIVA, por Marcos Pineda Godoy.

Los tiempos en que el PRI-gobierno tenía controlados y disciplinados -y si me apura, hasta sometidos- a los trabajadores de la educación, agrupados en el sindicato más grande de América Latina, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), han quedado muy lejos ya.

Más allá de lo laboral y educacional, durante sexenios, el SNTE funcionó como una sólida estructura electoral de tipo corporativo. Sus dirigentes nacionales y locales gozaron prebendas, cuotas de poder en los órganos de representación electoral y espacios privilegiados en los diferentes niveles de la administración pública.

Nada más imagine usted a cientos de miles de agremiados en el SNTE -entre docentes y el personal de apoyo y asistencia- que mantienen contacto permanente con los padres de familia de los educandos en todas las comunidades del país, representando al partido en el poder y operando electoralmente a favor de los candidatos oficiales, en cada proceso electoral. Simplemente con eso, se explicaba el crecimiento, poder e influencia del sindicato.

Cuando creíamos que Carlos Jonguitud Barrios había durado muchos años en la dirigencia nacional, quince largos años, con un manotazo en la mesa, Carlos Salinas de Gortari movió el tablero para dar entrada a Elba Esther Gordillo Morales, que permaneció 24 años al frente de la organización gremial.  

Bajo la dirigencia de Gordillo, el modelo de dominio político corporativo, junto con las demás organizaciones y federaciones sindicales, con el tiempo y la inevitable evolución del sistema político, se rompió.

A propuesta de la líder sindical, que pretendía perpetuarse en el poder, los miembros del SNTE quedaron estatutariamente en libertad de ejercer sus derechos políticos a plenitud e incluso fundaron un partido político nacional, en un principio dirigido por Elba Esther, que hoy conserva su registro local en el estado de Morelos, pero que ya nada tiene que ver Gordillo con el instituto político. Es el partido Nueva Alianza.

Si bien, por los desatinos de las anteriores dirigencias locales, Nueva Alianza y el SNTE se distanciaron hace algunos años, en el estado de Morelos, luego de la renovación de ambas dirigencias, encontraron su punto de reconciliación y reconstrucción. Mario Luis Salgado y Joel Sánchez Vélez han hecho una sólida mancuerna. Y así como sucede a nivel nacional, que todos buscan contar con su apoyo, incluido López Obrador, en Morelos también.

Por más que candidatos y partidos quieran aparentar que cuentan con el respaldo del magisterio en su totalidad, eso no es cierto. El SNTE y Nueva Alianza han recobrado su fuerza y vida propias. Volvieron a ser organismos críticos y propositivos. Tienen objetivos y programas propios. No están dispuestos a someterse, sino a aliarse, haciendo valer su peso específico.

Ayer, Día del Maestro, fueron adulados (bajo el disfraz de la felicitación y la solidaridad con sus causas) por diferentes fuerzas políticas y candidatos. Pero, ambos, ya tienen el suficiente colmillo para no seguir cantos de sirenas ni zanahorias inalcanzables.

Sin duda, serán pieza clave en lo que pase el próximo dos de junio en las urnas.

Y para iniciados:

Dos duros golpes el día de ayer para las principales candidatas al gobierno del estado. Medidas cautelares para el presidente en funciones de Morena, Ulises Bravo Molina, junto con la citación para la audiencia de vinculación a proceso, el próximo lunes. Otras medidas cautelares para la candidata del frente opositor, por supuestamente haber cometido violencia política de género. Ambas tienen dos opciones: tomar el toro por los cuernos y asumir una postura o tratar de que las aguas se calmen y seguir con sus campañas. Estamos a horas de saberlo.  

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